lunes, 12 de septiembre de 2011

Ayer y hoy (16)


16

Juraría que ayer era dos de julio ¿cómo puede ser hoy veinte de septiembre?, no, no puede ser, este teléfono móvil está más loco que yo. La tecnología no es perfecta, falla lo mismo que nosotros, comete errores, cambia las fechas, deja de funcionar cuando le da la real gana y nos deja tirados en el momento menos oportuno.

Hoy es dos de julio, ayer era uno de julio y el día cinco de julio tomo vacaciones, este año sí, este año voy a tomar vacaciones, las necesito. Aceptaré la propuesta, esta vez sí. Llamaré a Juan y nos perderemos juntos en algún lugar en el que nadie pueda encontrarnos. Y a Clara, llamaré a Clara, tengo que hablar con ella, hace tiempo que no sé dónde se mete. La invitaré a comer y hablaremos, hablaremos mucho, como antes, como siempre. Se reirá cuando le cuenta la extraña pesadilla que he tenido esta noche (tú crees que ha sido una pesadilla parecía tan real, yo no estoy tan segura), ¡pero bueno!, ¿ya empiezas a llevarme la contraria?, ¿así es como quieres ayudarme?, no te escucho, no quiero escucharte. No tiene sentido, las pesadillas son eso, pesadillas, nada más (si tú lo dices…), sí, lo digo, ha sido una pesadilla y no quiero seguir escuchándote.

Pediré un taxi, no me apetece conducir. El tiempo está un poco desapacible, el cambio climático convierte el verano en otoño, terminarán por confundirse las estaciones, cualquier día no sabremos en qué estación estamos, un día será verano y al día siguiente invierno. Hace un poco de frío y puede llover, tal vez tendría que haberme puesto la gabardina.

- Taxi
- ¿Dirección?
- A la torre de cristal, por favor.
- De acuerdo señorita ¡estamos!
- ¿Cómo dice?
- Digo que de acuerdo ¡estamos!, también he dicho señorita, ¡estamos!, o es usted señora, parece muy joven para llamarla señora ¡estamos!
- No se preocupe, puede llamarme señorita si quiere.
- Ya decía yo ¡estamos!, es usted muy joven ¡estamos!, ¿por donde la llevo, señorita, por la Castellana?, ¡estamos!
- Por donde quiere, me da lo mismo, pero dígame, ¿por qué repite una y otra vez ¡estamos!?
- Ah, eso, pues no lo sé ¡estamos!, ¿le molesta?
- No, no se preocupe. Es que he conocido a otra persona que también lo dice y..
- ¿Conoce usted a mi hermano?, ¡estamos!
- ¿Su hermano?, ¿tiene un hermano que repite la misma palabra que usted?

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