miércoles, 21 de septiembre de 2011

Ayer y hoy (22)


22

Daría lo que fuera por recordar, saber lo que me está pasando. Aquel hombre, ¿cómo dijo que se llamaba? Nada, no recuerdo nada, sólo recuerdo su cara, guapo, muy guapo, elegantemente vestido, afable en el trato, sonreía, es cierto, sonreía, y... ¿qué me estaba diciendo al oído? No lo recuerdo, pero sentí una sensación muy agradable (contesta al interfono, te están llamando), que espere un poco, no tengo prisa (contesta, tal vez sea importante), está bien, tal vez tengas razón.

- Sí, Adela, díme.
- El señor Villar del Álamo pregunta por usted. ¿Le digo que pase?
- No, Adela, díle que espere un momento. ¿Te ha dado su tarjeta?
- Claro, la tengo desde hace unas semanas, como usted sabe viene mucho por aquí.
- Si claro, pero antes de dejarlo pasar ven a mi despacho, trae la tarjeta del señor Villar del Álamo contigo y cualquier expediente que esté relacionado con él.
- No tengo ningún expediente, sus visitas son siempre personales, usted me dijo...
- Ya sé lo que te dije y ¡no me llames de usted! Ven a mi despacho ¡ahora! Cuando entres deja un poco entreabierta la puerta para que pueda ver un segundo al señor Villar del Álamo, pero no le dejes pasar, dile que le recibiré dentro de un momento, que tengo que hacer algo urgente.
- Y... ¿qué hace con las flores? El señor Villar del Álamo trae un enorme ramo de flores.
- Dile que te dé a ti el ramo de flores, que vaya a tomar café y regresen dentro de media hora.
- De acuerdo, lo que usted diga, bueno lo que tú digas.

¡Flores! ¿Quién será?, ¿qué día es hoy para que alguien me regale flores? No es mi cumpleaños, no tengo nada que celebrar, no sé, no lo comprendo.

- ¿Puedo pasar?
- Pasa Adela, pasa.

¡Dios mío es él!

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