viernes, 30 de septiembre de 2011
Ayer y hoy (32)
32
El hombre de la fotografía podrías ser..., no imposible, es otra persona, se le parece pero no es el mismo (mírala bien, ¿de verdad crees conocer a ese hombre?, ese hombre se parece al taxista, pero...¿ se parece a ¡entiendes!?, yo creo que no), si el hombre de la foto fuese ¡entiendes!, el sueño no habría sido un sueño y... (no te obsesiones, ése no es el hombre que viste en tu sueño, imposible) la amnesia de los tres últimos meses tendría otras explicaciones. Pero no, no es él, el hombre del sueño tenía una marca en la mejilla y este no la tiene. Este hombre es el hermano del taxista, se parece a él, pero no se parece al hombre de mi sueño.
- Lo siento señora, pero no he visto nunca a este hombre. Se parece a usted ¿no?
- Claro ¡entiendes!, es mi hermano. ¡entiendes!
- Lo siento, de verdad, lo siento mucho, pero no puedo ayudarles. ¿Han ido a la policía? Tal vez ellos puedan ayudarles.
- ¿De verdad que no ha visto nunca a mi hijo? Piénselo bien, ¡por favor!, señorita.
- No, señora, no he visto nunca al hombre de la foto. Se me parecía a alguien, pero no es él. Lo lamento. Espero que lo encuentren.
- Si ve otra vez a esa persona que le recuerda a mi hijo, por favor, dígale que nos llame, tal vez haya cambiado, esta foto es antigua.
- Se lo prometo, señora, si veo otras vez a esa persona se lo diré.
- Hospital Central, ¡entiendes!
- Aquí tiene, cóbrese.
- Esta vez ¡entiendes! tampoco voy a cobrarle ¡entiendes! la carrera ¡entiendes!
- Gracias, espero que encuentren pronto al señor... ¿cómo se llamaba su hermano?
- Daniel Ignacio Fuentes de la Vega, ése es el nombre de mi hijo.
- Eso es, usted me dio su tarjeta y en ella anoté el nombre de su hermano.
- Yo me llamo Daniel Ignacio, ¡entiendes! Fuentes de la Vega ¡entiendes! y mi madre ¡entiendes! Belén de la Vega.
- ¿Belén de la Vega?, me suena mucho su nombre.
- Hace varios años que no canto, pero antes...
- Claro, ya lo recuerdo. Mi madre era una fan suya. Ponía sus canciones todo el tiempo.
- Gracias, señorita, muchas gracias.
- ¿Por qué dejó de cantar? Mi madre decía que era usted la mejor.
- No me gusta hablar de ese tema, tal vez un día...
- Ésta es mi tarjeta, llámeme cuando quiera hablar de ello. A mi madre y a mi nos encantará hablar con usted.
- Ya veremos.
Llego tarde, Pedro estará pensando que no voy a venir. ¡Belén de la Vega!, qué curioso, cuando se lo diga a mi madre no se lo va a creer. Pero... esa mujer parece estar viviendo con pocos recursos. La vida es imprevisible, hoy tienes éxito y mañana... Ahí está Pedro.
- ¡Isabel!, pensaba que ya no vendrías. Ese trabajo te tiene atrapada, deberías...
- No ha sido eso, ha sido el taxis, he tenido un percance, que...
- ¿Un accidente?, ¿estás bien?
- No te preocupes, no ha sido un accidente. Ya te lo contaré. Ahora dime, ¿estás mejor?
- No, no estoy mejor. Me siento mal, muy mal. Los resultados de la autopsia de Clara me han trastornado. No es posible, ella no.
- Vamos a algún sitio tranquilo en el que podamos hablar y me lo cuentas todo ¿de acuerdo?.
- No sé si podré contarte nada, es muy duro, es todo muy duro, Isabel, Clara... no, no puedo, no puedo. Llamarte ha sido un error. No tengo derecho a contarte nada.
- Haz lo que te parezca mejor, pero vamos a algún lugar tranquilo ¿de acuerdo?
- De acuerdo.
jueves, 29 de septiembre de 2011
Ayer y hoy (31)
31
No creo en las casualidades. Las casualidades no existen y si existen no es posible que todas vayan a sucederme a mi. Pero... a dónde va, este taxista me lleva a otro lugar y no entiendo por qué.
- ¡Oiga!, por favor, ¿a dónde me lleva?
- A su casa, ¡entiendes! usted me ha dado ¡entiendes! la dirección de su casa.
- ¿A mi casa? Pero si voy al Hospital Central. Además, ¿cómo sabe usted dónde vivo?
- La recogí esta mañana ¡entiendes! en el portal de su casa ¡entiendes! y la llevé a su trabajo ¡entiendes! ¿no lo recuerda? ¡entiendes!
- Sí, recuerdo que esta mañana usted me llevo de un lugar a otro, pero lo que le pregunto es ¿por qué sabe usted que ese portal era el portal de mi casa y que el lugar al que me dejó era mi trabajo?
- Lo supuse ¡entiendes!
- De la vuelta, por favor, de la vuelta, tengo que ir urgentemente al Hospital Central.
- Antes de eso, ¡entiendes!, necesito, ¡entiendes!, que me haga un favor, ¡entiendes!
- ¿Cómo dice?
- Las casualidades, ¡entiendes!, no existen, ¡entiendes!, hay una persona, ¡entiendes!, que necesita ¡entiendes!, hablar con usted, ¡entiendes! Usted pidió un taxi, ¡entiendes!, y yo la estaba esperando ¡entiendes!, desde hace varias horas, ¡entiendes!
- Pare el taxi, por favor, pare el taxi. Quiero bajarme ahora mismo.
- Ya estamos llegando, ¡entiendes!, sólo será un minuto, ¡entiendes!
- No tengo un minuto, no tengo tiempo para nada. Me está asustando, ¿es esto un secuestro? Pare, ¡por favor!, pare, me quiero bajar. Es que no me oye.
- Hemos llegado. ¡entiendes!, ahí está, ¡entiendes!
- ¿Quién está ahí?
- Una persona ¡entiendes! que quiere ¡entiendes! hablar con usted ¡entiendes! un minuto, ¡entiendes!
- Yo no quiero hablar con nadie, yo quiero ir al Hospital Central. Déjeme bajar del taxi. Le denunciaré
¡Mierda!, no puede ser, otra vez no. Tengo que salir de aquí, como sea, escapar.
- Señorita, ¡entiendes! ya hemos llegado. ¡entiendes!, ésta es mi madre ¡entiendes! Hable con ella ¡entiendes!, ¡por favor! ¡entiendes!
- ¿Su madre?
- Sube, mamá, ¡entiendes!, ella hablará contigo ¡entiendes!, como tú querías ¡entiendes! Ahora vamos ¡entiendes!, al Hospital Central, ¡entiendes!, no se preocupe, ¡entiendes!
- Pero...
- Hola señorita, mi hijo (este) me ha dicho que usted conoce a mi hijo (el otro).
- Yo, no, su hijo no me entendió bien. Yo no conozco a su hijo.
- Bueno tal vez no le conoce, pero le ha visto ¿no? Mi hijo (éste) me dijo que usted había visto a una persona que tenía su mismo tic. Sólo puede ser mi otro hijo.
- Yo, en realidad, no lo he visto, lo soñé.
- ¿Lo soñó? Yo creo que usted no me está diciendo la verdad. Por favor señorita, llevo meses buscando a mi hijo, no duermo, no como, estoy enferma desde que se marchó.
- Lo siento mucho, señora, de verdad, pero no le puedo ayudar.
- Haga memoria, mire ésta es su foto.
- ¡Dios mío!
Ayer y hoy (30)
30
No pasa nada, seguro que a Pedro se le ha terminado la batería. Me voy ahora mismo al Hospital Central.
- Adela, tengo que salir. Por favor, pídame un taxi.
- ¿Volverá?, lo digo por el expediente Hurtado. Me resulta imposible localizar a don Luis. El resto de la documentación está preparada.
- No, no creo que vuelva hoy por aquí. Por favor, lleve personalmente el expediente Hurtado al hotel.
- Señorita, ¿ha visto el expediente Hurtado?, ¿de verdad quiere que lo lleve al hotel?
- ¡Dios mío!, es cierto. Mejor será que lo deje en mi despacho. Tal vez vuelva más tarde a trabajar aquí.
- ¿Quiere que la espere?
- No, Adela, gracias, puede marcharse cuando termine su jornada laboral.
- Llámeme cuando quiera. Como le dije hoy no están los niños conmigo.
- Gracias, Adela, no quiero molestarla. Sólo una cosa más: ¿ha elaborado el informe resumen que le pedí?
- Sí, señorita, se lo iba a pasar ahora. También he elaborado uno específicamente sobre el expediente Hurtado.
- ¡Estupendo! Me llevaré los dos informes. Si antes de marcharse hay alguna novedad, me puede llamar al móvil ¿de acuerdo?
- De acuerdo.
- Adiós, Adela, que tenga un buen día. Se me está haciendo muy tarde.
- Adiós señorita, cuídese. Su taxi la está esperando a la entrada.
Hurtado, ¿por qué Hurtado?. No puedo imaginar de qué se trata, además... ¡tantos documentos! Debe ser un expediente complicado. Leeré el informe que me ha preparado Adela (ahora no, Isabel, ahora no, deja el trabajo, tienes que llamar a Pedro, ¿recuerdas?, ahora tienes que preocuparte por Pedro y por Clara), es cierto, lo leeré más tarde, ahora llamaré a Pedro. Pedro Ruiz, Pedro Villar del Álamo, ¡mierda!, el teléfono de ese tipo está en mi móvil, no me lo puedo creer, lo voy a borrar (no, Isabel, no lo borres, puede serte útil), es verdad, mejor lo dejo, así, si me llama, sabré qué es él, para no contestar. Pedro, Pedro, nada. ¿Dónde estás Pedro Inciarte?. A ver, volveré a mira. Aquí, Pedro, hermano de Clara, me lo había pasado. Sí, parece que ahora suena la llamada.
- Hola Pedro, ¿qué ha pasado?, se cortó la comunicación
- Me quedé sin batería. Menos mal que aquí, en la sala de espera hay enchufes y ya está cargando.
- Voy en un taxi camino del Hospital Central, espérame, llego en cinco minutos.
- De acuerdo, Isabel, gracias. Necesito hablar con alguien, necesito hablar contigo.
No sé qué será lo que Pedro ha visto en la autopsia de Clara. No me hago la más mínima idea. Pero... por qué me mira tanto el taxista. ¡Dios mío!
- Hola, señorita, ¡entiendes!, ¿vaya casualidad!, ¡entiendes!
- ¿Cómo dice?
- Que soy yo, ¡entiendes! ¿no me recuerda? ¡entiendes!
miércoles, 28 de septiembre de 2011
Ayer y hoy (29)
29
Tengo que recapitular, comprender lo que está pasando en mi trabajo, lo que me pasa a mí; descubrir los porqué de todo este lío laboral, mental, real, soñado, que bulle en mi cabeza. Tengo miedo, tengo mucho miedo. Mi vida no es la vida que recuerdo. Todo es distinto, es como si yo misma fuese otra persona (lo eres, Isabel, lo eres, estás atravesando una crisis y en las crisis todo cambia) ¿una crisis?, no sé de qué me hablas, no estoy atravesando una crisis, estoy en el centro de un tsunami y no sé qué hacer, en quién confiar (tu instinto te ayudará a superarlo, como te ha ayudado siempre, no debes preocuparte), estoy preocupada, estoy asustada. ¡Mierda, mierda, mierda! (tranquila, Isabel, tranquila, si te pones nerviosa todo será peor), ¿peor?, nada puede ser peor que no saber quién soy, qué hice en los tres últimos meses. Mi mejor amiga está muerta, un psicópata piensa que es mi amante y no logro hablar con Juan, la persona más importante de mi vida.
- El señor Inciarte al teléfono.
- Gracias Adela, pásemelo.
Dios mío, como puedo creer que lo peor de lo peor es lo que me está pasando a mi, al menos estoy viva. Lo peor sería estar muerta, Clara está muerte, eso es lo peor.
- ¿Isabel?, Isabel ¿estás ahí?
- Sí, Pedro, te escucho. ¿Has terminado en la comisaría?
- Sí, ya estoy en el Hospital Central, me acaban de entregar la autopsia de Clara y...
- ¿Que pasa, Pedro?, ¿qué dice la autopsia?
- ....
- Pedro, contesta Pedro, Pedro ¿qué te pasa?
- No puedo más, Isabel, estoy destrozado.
- Tranquilo, Pedro, tranquilo. Voy para allá ahora mismo.
- Te lo agradezco mucho, Isabel, no sé qué hacer, no sé cómo contarles a mis padres lo que acabo de leer en la autopsia. No puede ser, ella no.
- Espérame, no hagas nada, no digas nada, espérame y entre los dos pensamos qué podemos hacer.
- No sé, Isabel, no sé lo que está pasando. Clara no, ella no, ella, ¡Dios mío!
- Voy a colgar, Pedro, te llamo desde el teléfono móvil y seguimos hablando todo el camino hasta llegar hasta donde tú estás.
- No, Isabel, no conduzcas hablando por teléfono.
- No pienso ir en coche, voy a tomar un taxi. Tranquilízate ¿de acuerdo? Nada puede ser peor que la muerte de Clara, ¡nada!, ¿me oyes?
- Sí, Isabel, hay cosas peores que la muerte. ¡Dios mío!, ella no.
- Tranquilo, Pedro, espérame, no hagas nada, no digas nada, te llamo de nuevo por el móvil ¿de acuerdo?
- ...
- ¿Me estás escuchando?
- ...
- Pedro, Pedro, dime algo, ¿sigues ahí?
¡Mierda! Y ahora qué pasa.
lunes, 26 de septiembre de 2011
Ayer y hoy (28)
28
- No juegues conmigo, ni se te ocurra jugar conmigo.
- No lo hago, sólo necesito que te vayas ahora. Ya lo has visto, el jefe me llama, es urgente, ¡Por favor! Pedro, déjalo, no estoy para bromas.
- ¿Qué lo deje?, jaajajajaja, ¿qué no estas para bromas?, jajajajaja, esto no es ninguna broma.
- ¿Pero qué haces?
- Jajajajajaja, me encanta cuando pones esa carita de niña desvalida.
- Por Dios, Pedro, déjalo ya.
- Jajajajaja. Eres una mágnifica actriz. Llámame, si no me llamas iré a tu casa esta noche, no te escaparás.
- Te llamo, te lo prometo.
- ¿No me vas a dar ni un beso?
- Claro que sí.
- ¿Eso es un beso? Nuestros besos son así ¿lo has olvidado?
- Um, um, um... no, um,
- ¿Te gusta?
- ...
- No pongas esa cara. Sé que te gusta.
- No podía respirar. No vuelvas a hacer eso, ¿vale?
- Te pones tan guapa cuando te enfadas, cuando estás asustada. Ya sabes lo que me pone verte así, eres lo más. Jajajajajaja, no podía respirar, no podía respirar, jajajajajaja. Hasta luego, ¡tigresa!
¡Dios mío!, ¿que clase de tipo ese éste? No es posible que yo tenga una relación con alguien así. Es un sádico, un maltratador, un hijo de puta. No, no puede ser, tengo que estar soñando. Es ahora cuando sueño.
- Adela, venga a mi despacho, por favor.
- Sí, señorita, ¿qué desea?
- Llame a seguridad de la entrada y dígales que no vuelvan a permitir que entre al edificio el señor Villar del Álamo. ¡Ah!, y reserve una habitación para esta noche en el hotel que utilizamos normalmente.
- ¿A qué nombre?
- A mi nombre.
- ....
- Gracias Adela, es todo.
- ...
- Espere, espere un momento, dos cosas más: llame al Hotel Ritz y anule la reserva. ¿Tiene ya el expediente Hurtado?
- Lo siento, señorita, no localizo a don Luis.
- Siga intentándolo, por favor.
- ¿Se encuentra bien?
- Sí, Adela, me encuentro bien, no se preocupe.
- No sé, cuando me dijo lo del jefe, me pareció que estaba preocupada.
- Lo siento Adela, quería que se marchase el señor Villar del Álamo y lo del jefe me pareció una manera rápida de echarle del despacho. Por cierto, ¿por qué me llamó?
- Sentí ruidos extraños en su despacho, gritos y... además...
- Además qué, Adela, dígame lo que está pensando.
- El señor Villar del Álamo me da miedo. Me alegro de que haya roto con él.
- ¿Roto con él? Jajajajaja Gracias Adela, no se preocupe, el señor Villar del Álamo no volverá más por aquí.
- ¿Necesita algo más?
- No, es decir sí. Cuando llame el señor Pedro Inciarte, páseme la llamada inmediatamente.
Ayer y hoy (27)
27
Clara presentía que podía pasarle algo ¿por qué?, ¿a qué tenía miedo?, ¿por qué desapareció durante tanto tiempo?, ¿qué ha querido decirme a mi en una carta que no puede ver su hermano? No comprendo nada. De pronto todo es distinto, vivo en una realidad irreal, mientras un sueño me atormenta y los recuerdos se borran. No sé qué hacer.
- Isabel, Isabel, ¿me escuchas?
- Lo siento Pedro, ya sabes, el trabajo. ¿Dónde estás?, ¿sigues en el Hospital Central?
- No, ahora no estoy en el Hospital Central, Isabel. La policía quiere hablar conmigo. Ya sabes que el coche responsable del accidente de Clara se dio a la fuga, la policía necesita conmigo del tema. No creo que tarde mucho.
- Llámame cuando termines ¿de acuerdo?
- De acuerdo.
- Nos vemos cuando tú termines, me acerco a dónde me digas o vienes tú al despacho, lo que quieras.
- Cuando terminé iré al Hospital Central, es posible que esté el resultado de la autopsia. Te llamo y nos vemos allí, si quieres.
- De acuerdo.
Qué barbaridad. No es posible que Clara esté muerta. Pero qué pasa ahí fuera, qué son esa voces. ¡Adela gritando!, no lo puedo creer. Pero...
- ¡Por qué me huyes!, ¿Qué pasa, te has cansado de mí?
- Lo siento señorita, el señor Villar del Álamo no atiende a razones y..
- No se preocupe, Adela, yo me encargo.
- Lo siento, señorita, lo siento.
- ¿Qué te pasa?, ¿crees que puedes despacharme así, como así?
- Tengo trabajo, Pedro, tengo mucho trabajo. Hoy no es mi mejor día, márchate ahora, ¡por favor! Yo te llamaré.
- ¿Pero qué te pasa?, ¡soy yo!, ¡yooooo! ¿Qué está pasando aquí?, ¿has conocido a otro?
- Cálmate, por favor, cálmate. Mi amiga Clara acaba de morir y no estoy con ánimo de discutir contigo.
- ¿Clara?, ¿qué Clara?, no conozco a ninguna Clara, no me has hablado nunca de ella.
- Puede ser, pero Clara es mi amiga y ahora está muerta. Vete, te lo ruego, te llamo cuando termine lo que estoy haciendo y vaya a ver a Clara ¿de acuerdo?
- No, de ninguna manera, me quedo aquí, iré contigo a ver a Clara.
- ¡Por favor!, Pedro, necesito estar sola, terminar el trabajo y ver a Clara sola.
- No me cuentes milongas, muñeca, tú quieres perderme de vista, pero ni se ocurra hacer algo así. No ha nacido la mujer que pueda dejar plantado a Pedro Villar del Álamo. Me voy porque me da la gana, pero te vigilo, te tengo vigilada, no puedes huir de mi, no quieres huir de mí, lo sé. Acabo de regresar de un viaje de un par de días y estoy deseando hacer locuras contigo. Seguro que tú también lo deseas, no me mientas. ¿Recuerdas la última vez? Ummmm me estoy relamiendo...
- Sí, claro, yo también. Pero luego, Pedro, luego, ahora es imposible.
- Cierra la puerta y echa las cortinas, no sería la primera vez que hiciésemos locuras en este despacho, ni será la última.
¡Mierda!, mierda, mierda, mierda, ¿pero en qué lío estoy metida?
- Lo siento, Pedro, tengo que contestar al teléfono.
- ¿Está bien, señorita, está bien?
- Sí, Adela, dile al jefe que voy a su despacho inmediatamente.
- ¿El jefe?, ¿qué jefe?, ¿está bien señorita?, ¿necesita ayuda?, ¿quiere que llame a seguridad?
- No se preocupe Adela, sólo dígale al jefe que estoy en su despacho en un segundo. El señor Villar del Álamo ya se está despidiendo.
domingo, 25 de septiembre de 2011
Ayer y hoy (26)
26
- Por favor, Adela, llame al hermano de Clara, quiero habla con él.
- De acuerdo. No se preocupe, llamaré al hermano de doña Clara Inciarte, intentaré localizar a don Juan Delavert, le diré al señor Villar del Álamo que no espere, que ahora no puede atenderle, que usted le llamará cuando termine el trabajo urgente que tiene sobre la mesa. ¡Ah!, se me olvidaba, también hablaré con don Luis y completaré el expediente Hurtado para que usted lo pueda revisar. Es todo ¿no? creo que no se me olvida nada.
- Gracias Adela, es todo, siento darle tanto trabajo para tan poco tiempo, porque usted tiene que marcharse pronto ¿verdad?
- No se preocupe, hoy no tengo prisa, mis hijos están con su padre. Si necesita que me queda más tiempo me quedo.
- Se lo agradezco mucho, de verdad, mucho.
Demasiadas emociones para un solo día. Todo es confuso, tremendamente confuso. Clara ha tenido un accidente, ¡madre mía!, no me lo puedo creer. Tengo que ir a visitarla al Hospital Central.
- Señorita Isabel, tengo al teléfono al señor Pedro Inciarte.
- ¡Qué eficacia! Gracias por localizarlo para mí, Adela, muchas gracias.
- No me ha dado tiempo a llamarle, ha sido él el que ha llamado.
- Pásemelo, Adela.
¿Por qué me llamará Pedro? Seguro que esta furioso por no haber ido a visitar a Isabel. No sé qué decir, qué puedo explicarle. Nadie creería mi historia.
- ¿Isabel?
- Hola Pedro, cómo está Clara. Te envié unas flores y..
- No te justifiques, Isabel, no te justifiques. Clara es tu mejor amiga y no te has dignado a pasar por el hospital para saber qué le pasaba.
- Lo siento mucho, Pedro, mucho de verdad, pero...
- No te justifiques, lo que has hecho no tiene justificación. Te llamé y no pude localizarte; ¿es que no coges el teléfono? Hablé con tu secretaria para contarle lo que le pasó a Clara. Seguro que fue ella la que envió las flores.
- Lo siento, de verdad que lo siento, es que yo estaba...
- Tu estabas trabajando, seguro, como siempre. Para ti no hay nada más importante que tú trabajo. Mira Isabel, pasé varias veces por tu despacho antes del accidente para hablar contigo, pero no quisiste recibirte.
- ¿Cómo puedes decir eso? Yo siempre..
- Tú no me recibiste, quería hablar contigo de Clara. Ella se había marchado hacía mucho tiempo a participar en un proyecto de cooperación y dejamos de tener noticias suyas. Estábamos preocupados. Pensé que tal vez tú seguirías en contacto con ella, pero tú no tenías tiempo para hablar conmigo.
- Lo siento muchísimo, Pedro, de verdad, hemos estado locos en el despacho últimamente y... Pero dime, cómo está Clara.
- Clara está muerta, Isabel, acaba de morir.
- ¡Muerta!, Dios mío, no es posible, ¿de verdad está muerta?, ¿cómo ha pasado?
- Tras mucho buscarla, hace unos días ella misma me llamó, dijo que volvía a España. Quedamos a comer. Ella quería explicármelo todo a mi, antes de hablar con el resto de la familia. Pero no se presentó. Luego recibí una llamada de la policía, el accidente, el hospital, el coma... Fue terrible, Isabel, terrible.
- De verdad que lo siento, Pedro, lo siento muchísimo. Yo quería hablar con ella, pero.
- Ella habló contigo antes de morir ¿verdad? Estuvo en tu despacho ¿no?
- No, lo siento, yo no hablé con Clara, hace mucho tiempo que no hablaba con ella.
- Pero ella me dijo que pensaba pasar por tu despacho antes de venir a comer conmigo. Además, el accidente sucerdió en los alrededores de tu oficina.
- Lo siento, Pedro, pero no vino a verme. Tal vez tuvo el accidente antes de llegar aquí.
- Puede ser.
- ¿Cuándo es el entierro?
- No lo sé, tienen que hacer la autopsia, investigaciones y todo lo demás.
- Tenme informada ¿de acuerdo? Y tú, cómo estás, ¿necesitas algo?
- Puedes imaginarte cómo estoy, cómo estamos todos. Te he llamado porque en el bolso de Clara había un sobre dirigido a mi. Lo he abierto y además de una carta para mí he encontrado un sobre para ti. En la carta me dice que si le pasase algo, te entregase a ti el sobre, sin abrir. Me lo pidió por favor, debe ser muy importante.
- ¿Una carta para mí?
Ayer y hoy (25)
25
¿Qué pasa con Clara?, ¿cuánto tiempo hace que no sé nada de ella? (piensa Isabel, piensa) no lo sé. Ayer, bueno hace dos meses, antes de esta pesadilla. Lo último que recuerdo es que ella me dio una pistola. Es cierto, la pistola. No sé si la pistola es parte de un sueño o existió en realidad. Sí la pistola existe ¿dónde está?, (recuerda, Isabel, recuerda, ¿cuando viste a Clara por última vez?); si la pistola es real todo lo demás también es real: ¡estamos!, el hombre muerto en mi cama, el chichón en la frente, las piernas dormidas, Clara mirándome desde el espejo, todo. Pero no puede ser, es demasiado fantástico para ser cierto. Ha sido un sueño, una pesadilla. ¡Mierda!, ¿por qué no recuerdo lo que ha pasado los últimos dos meses?
- Isabel, Isabel, te encuentras bien. ¿Qué te pasa? Voy a llamar al urgencias.
- No, Adela, no, no llames a urgencias. ¿Para qué quieres llamar a urgencia?
- La estoy hablando y usted no contesta, es como si no estuviese aquí, como si la hubiese dado un vahído y no fuese capaz de hablar.
- Si insistes en llamarme de usted, tendré que llamarte yo también de usted a ti.
- Lo siento, pero, es cierto, me siento más cómoda llamándola de usted.
- De acuerdo, Adela, puedes llamarme como quieras.
- Gracias, señorita, la seguiré llamando de usted, como los últimos dos meses.
- Entonces decidido, yo también la llamaré de usted.
- No hace falta, usted puede llamarme como quiera. Pero los dos últimos meses me llamaba de usted.
- Dígame, Adela, ¿qué me estaba contando de Clara?
- Que ha tenido un accidente y está en coma, en el Hospital Central.
- Ah, eso, ya lo sé.
- Como me dijo que quería hablar urgentemente con ella, pensé que no recordaba que Clara ha tenido un accidente muy grave y se teme por su vida. El coche en el que viajaba fue envestido por un turismo que se dio a la fuga. La policía está buscando un turismo negro, un Mercedes con matrícula de Madrid.
- ¿Vino Clara por aquí en los últimos dos meses?
- No, señorita, hace mucho tiempo que no venía por aquí. No sé si recuerda que usted quería hablar con ella (de eso hace ya mucho tiempo), pero no pudimos localizarla.
- Llamaste al trabajo, a casa, eso sí lo recuerdo. Te dijeron que estaba de viaje ¿no?
- Sí, bueno, en el trabajo me dijeron que había tomado vacaciones; en su casa me dijeron que estaba fuera de España, participando en un proyecto de cooperación.
- Es cierto, me dijo que pensaba viajar a un país africano, dentro de un proyecto de cooperación. Pero no he vuelto a saber nada más de ella. ¿Cuándo ha tenido el accidente?
- Hace un par de días me llamó su hermano y me lo dijo, usted no estaba aquí, en su despacho estaba doña Irene, la jefa de personal.
- ¿Por qué estaba Irene en mi despacho?
- No lo sé, pero me dijo que usted había salido por una urgencia y que ella recibiría en su lugar a la importante visita que llegó unos minutos después. También me dijo textualmente lo siguiente: “Adela, aunque se hunda el mundo o se muera mi madre no me pases ninguna llamada, ni permita que nadie llame a mi puerta, ¿entendido?, la reunión que tengo es muy importante y no quiero que me moleste nadie”.
- ¡Una visita importante! ¿Cómo de importante?, ¿quién estuvo en mi despacho con Irene mientras yo no estaba aquí?
- Don Luis. Él se llevó algunos documentos del expediente Hurtado. El expediente estaba sobre la mesa, doña Irene le dio a don Luis algunos documentos.
- ¿Por qué no me llamó por teléfono para contármelo?
- Lo intenté una y otra vez sin ningún resultado, su teléfono estaba desconectado o fuera de cobertura. Pensé que la urgencia era esa, que usted se había enterado del accidente de doña Clara y estaba allí, con ella, en el Hospital Central, que por eso no podía atender al teléfono. Envié en su nombre un ramo de flores al hospital.
viernes, 23 de septiembre de 2011
Ayer y hoy (24)
24
¿Alzheimer? No, no creo, imposible, con esa enfermedad las cosas se van olvidando poco a poco, pero no de golpe. Además, lo recuerdo todo perfectamente, lo único que he olvidado es lo que ha pasado en los últimos dos meses.
- Gracias Adela, muchas gracias. Yo llamaré al médico, no te preocupes. Además, ya me encuentro mucho mejor.
- También puede ser el estrés. El trabajo excesivo no es nada bueno para la salud..
- Tienes razón.
- Se lo digo de verdad. Tengo una amiga que está enferma de tanto trabajar.
- Lo siento Adela. Espero que se mejore tu amiga.
- Gracias.
- Por favor, Adela, quiero que elabores un informe sobre todo lo que hemos hecho en el despacho los últimos dos meses. Hazme un resumen de los expedientes más importantes, la lista de las visitas y aquellas otras cosas que te parezca importante destacar. Incluidas claro está las visitas personales.
- ¿Dejo entonces el expediente Hurtado? Me dijo, me dijiste que era muy urgente.
- ¿Cómo de urgente?
- Hoy es viernes y la reunión es el lunes.
No tengo ni idea de lo que trata el expediente Hurtado, no sé por qué es urgente, pero no quiero que Adela se preocupe más de lo que ya está. A partir de ahora tengo que disimular lo más posible lo que me está pasando.
- Traime todos los documentos del expediente Hurtado a mi despacho y pónte con lo que te he pedido.
- ¿Todos?
- Si todos, has oído bien, quiero que traigas el expediente Hurtado al completo.
- Es que....
- Qué pasa ahora.
- Algunos documentos del expediente Hurtado no los tengo yo, los tiene don Julián.
No sé quién es don Julián. Al parecer durante los dos últimos meses aquí se han producido cambios importantes. Tengo que seguir disimulando
- Lo sé, Adela, pero quiero revisar ese expediente. Por favor, pídele a don Julián los documentos que falten, quiero revisar el expediente al completo.
- Pero, usted me dijo que
- ¡Por favor! Adela, no sigas llamándome de usted y deja de hablar de lo que te dije o no te dije, ¿de acuerdo? Quiero revisar el expediente Hurtado completo.
- De acuerdo, lo intentaré.
- Por cierto, sigue intentando localizar a Juan
- Qué le digo al señor Villar del Álamo cuando vuelva
- Dile que tengo mucho trabajo, que yo le llamaré más tarde. Ah, por cierto, localiza a Clara, por favor, necesito hablar con ella.
- ¿A Clara?, ¿qué Clara?
- Clara Inciarte, por supuesto.
- Ah, ¿pero no lo sabe?
miércoles, 21 de septiembre de 2011
Ayer y hoy (23)
23
Sí, es él, el hombre que vi ayer o hace dos meses que para mí sigue siendo ayer. Es la última persona que vi antes de olvidar. ¿Qué hace aquí?
- ¿Puedo pasar?
- Pasa, Adela, pasa y siéntate.
- Ésta es la tarjeta del Señor Villar del Álamo.
- Gracias, Adela.
Pedro Villar del Álamo, no tengo ni idea de quién puede ser este hombre. Viene mucho por aquí y trae un ramo de flores... ¿qué relación me une a él?
- Dime Adela. ¿Por qué crees que el señor Villar del Álamo viene tanto por aquí? Antes me has dicho que no hay ningún expediente con su nombre.
- No, así es, las visitas del señor Villar del Álamo son personales.
- ¿Personales?, ¿cómo de personales?
- Yo... no sé... usted...
- Deja de llamarme de usted, Adela, ¡por el amor de Dios!
- Tú no me has contando nada, pero...
- Sigue, Adela, sigue, pero qué.
- ...
- Contesta, dime lo que piensas, necesito saber lo que estás pensando.
- Yo pienso que el señor Villar del Álamo tiene una relación sentimental con usted, perdón, contigo.
- ¿De verdad?, ¿y qué te hace pensar eso?
- Yo... usted.... perdón, tú...
- Deja de titubear y habla claro, es muy importante. ¿Es que no ves que no recuerdo nada?, ¿no te das cuenta de que estoy perdida?
- Yo creo que usted-tú y el señor Villar tienen una relación sentimental. Incluso han fijado fecha para una celebración personal muy importante, ¿su boda?
- ¿Pero qué dices?, ¿qué día?
- Dentro de cuatro meses. Usted-tú misma me lo dijiste. Siguiendo sus-tus instrucciones he reservado el Hotel Ritz para esa fecha.
- No puede ser. Esto es una pesadilla. No recuerdo nada.
- Que te pasa, Isabel, qué te pasa. Estás pálida. ¿Llamo a urgencias?
- No, a urgencias no, por favor. Ya estoy mejor.
- ¿De verdad no recuerdas nada?
- Así es, Adela, no recuerdo nada desde hace dos meses.
- ¿Hace dos meses? Hace dos meses fue la fiesta de la oficina. Recuerdo que estabas hablando con el señor Villar del Álamo y...
- Y qué pasó después.
- No lo sé, yo tuve que marcharme enseguida, por los niños. Pero...
- Pero qué.
- Desde ese día estás muy rara, pareces otra persona, hasta hoy que...
- Hoy tengo un gran dolor de cabeza y estoy muy cansada, eso es todo. Por favor, no hables con nadie de esto, únicamente conmigo. ¿Lo harás?
- Sí, por supuesto. Pero... ¿quieres que pida hora con el doctor Monterroso?
- ¿Por qué?, ¿quién es el doctor Monterroso?
- Es el mejor especialista en Alzheimer.
Ayer y hoy (22)
22
Daría lo que fuera por recordar, saber lo que me está pasando. Aquel hombre, ¿cómo dijo que se llamaba? Nada, no recuerdo nada, sólo recuerdo su cara, guapo, muy guapo, elegantemente vestido, afable en el trato, sonreía, es cierto, sonreía, y... ¿qué me estaba diciendo al oído? No lo recuerdo, pero sentí una sensación muy agradable (contesta al interfono, te están llamando), que espere un poco, no tengo prisa (contesta, tal vez sea importante), está bien, tal vez tengas razón.
- Sí, Adela, díme.
- El señor Villar del Álamo pregunta por usted. ¿Le digo que pase?
- No, Adela, díle que espere un momento. ¿Te ha dado su tarjeta?
- Claro, la tengo desde hace unas semanas, como usted sabe viene mucho por aquí.
- Si claro, pero antes de dejarlo pasar ven a mi despacho, trae la tarjeta del señor Villar del Álamo contigo y cualquier expediente que esté relacionado con él.
- No tengo ningún expediente, sus visitas son siempre personales, usted me dijo...
- Ya sé lo que te dije y ¡no me llames de usted! Ven a mi despacho ¡ahora! Cuando entres deja un poco entreabierta la puerta para que pueda ver un segundo al señor Villar del Álamo, pero no le dejes pasar, dile que le recibiré dentro de un momento, que tengo que hacer algo urgente.
- Y... ¿qué hace con las flores? El señor Villar del Álamo trae un enorme ramo de flores.
- Dile que te dé a ti el ramo de flores, que vaya a tomar café y regresen dentro de media hora.
- De acuerdo, lo que usted diga, bueno lo que tú digas.
¡Flores! ¿Quién será?, ¿qué día es hoy para que alguien me regale flores? No es mi cumpleaños, no tengo nada que celebrar, no sé, no lo comprendo.
- ¿Puedo pasar?
- Pasa Adela, pasa.
¡Dios mío es él!
lunes, 19 de septiembre de 2011
21
Juan no está, no contesta, ¿estará de vacaciones?, ¿se habrá ido sin decirme nada? No me lo puedo creer. Lo he perdido, he sido tan estúpida que lo he dejado marchar.
- ¿Adela?
- Sí, dígame.
- Quiero que llames a Juan Delavert y le digas que necesito hablar con él urgentemente.
- ¿Está segura?
- Por supuesto que lo estoy, ¿por qué me preguntas algo así?
- Hace unos días me dijo usted que borrase de mi libreta todos los contactos con el señor Delavert y que...
- ¿Por qué iba a decirte algo así?, y ¿por qué me llamas de usted?, siempre nos hemos tuteado. Ven a mi despacho, por favor.
¿Cómo he podido hacer algo así?, ¿por qué de pronto Adela me llama de usted? No comprendo nada. Qué ha pasado los días que no recuerdo.
- Pasa, Adela, siéntate por favor. Explícamelo todo, todo lo que he dicho y hecho las últimas semanas que a ti te haya parecido extraño, diferente, no habitual en mí.
- No sé qué decirle. Yo siempre hago lo que usted me dice.
- Por favor, Adela, no me llames de usted, no me gusta que me llames de usted, somos una familia ¿no es eso?
- Lo siento, pero usted misma me dijo hace unas semanas, que no volviese a llamarla de tú o me ponía de patitas en la calle, eso fue lo que dijo. Yo la llamo de tú si quiere, pero no me despida, por favor, sabe que tengo dos hijos y estoy sola con ellos. Si dejo de trabajar, yo...
- No te preocupes, Adela, no pienso despedirte. Pero cuéntame más cosas, por qué te dije que borrase los teléfonos de contacto del señor Delavert.
- No sé por qué usted, perdón, tú querías que borrase los teléfonos del señor Delavert. Sé que él llamó las últimas semanas muchas veces, incluso vino aquí, pero usted, perdón tú, no querías recibirle, entonces me dijo usted, perdón, me dijiste tú que borrase sus teléfonos.
- Ya. ¿Hay algo más que tenga que saber?
- No sé a qué se refiere, perdón, te refieres.
- Pero Adela, ¿qué te pasa?, ¿por qué estás tan asustada?
- ....
- No te preocupes, Adela, no tienen nada que temer ¿vale? No voy a despedirte nunca.
- .....
- Tranquilízate, tómate unos minutos libres, ve a tomar café y vuelve al trabajo cuando estés tranquila. Toma, estos son los teléfonos del señor Delavert, intenta contactar con él y dile que venga o que me llame, que necesito urgentemente hablar con él.
No sé qué está pasando, no sólo no recuerdo lo que pasó ayer, no recuerdo lo que ha pasado en las últimas semanas. Tengo que comprender lo que está sucediendo, recordar, tengo que recordar, buscar los últimos recuerdos, antes de empezar a no recordar nada. ¿Qué es lo último que recuerdo? (piensa, Isabel, piensa) ¿dónde estaba antes de olvidarlo todo? Sí, así fue, ciertamente, había una fiesta, todo el mundo reía sin saber por qué, al menos yo no recuerdo por qué reía tanto, pero yo también estaba riéndome a carcajadas. Aquel hombre, es cierto, había un hombre joven, muy joven y guapo, muy guapo, me miraba, se acercó a mi, me dijo algo al oído, algo que me hizo dejar de reír (piensa, Isabel, piensa, recuerda, debes recordar), me dijo algo sobre mi vestido, sobre que me había visto antes, sobre nosotros. Era guapo, muy guapo. ¿Quién era?
domingo, 18 de septiembre de 2011
Ayer y hoy (20)
20
Tengo que plantear una estrategia de aproximación a mi misma, a los demás, a lo que está pasando, a esta mezcla de sueño y realidad, a esta espiral incomprensible en la que estoy desde ayer, desde hoy, desde no sé cuando, tal vez desde siempre. Tengo que superar estas sensaciones que amenazan con destruirlo todo, con destruirme, con llevarme al infernal silencio de los muertos (no te pongas catastrófica que no es tu estilo) y tú qué sabrás (yo lo sé todo, querida, todo), puedes hablar todo lo que quieras no te haré caso.
Entraré en la oficina sonriente, decidida, despreocupada, no quiero que nadie descubra cómo me siento. Encenderé el ordenador, leeré los mensajes y llamaré a Juan, necesito llamar a Juan, escuchar su voz, saber que sigue ahí. Luego llamaré a Clara, tengo que hablar con Clara, ella es mi mejor amiga, seguro que comprende lo que me pasa (jajajajaj, no me hagas reír, jajajajaja, cuando llegues al despacho no tendrás tiempo de pensar y te olvidarás de todo, incluso de mi, sólo vives para trabajar, eso es lo que te pasa), ¡cállate!, ni se te ocurra entrar en el despacho. Además, lo primero que voy a hacer nada más entrar en el despacho es llamar a Juan. Mejor aún, llamaré desde el móvil.
No lo encuentro, en el bolso no está mi móvil, me lo he dejado en casa, no importa, llamaré a Maite, seguro que ya está en casa es la hora. Eso es, llamaré a casa y le diré que busque mi móvil y me lo envíe a la oficina. Pero antes, lo primero de todo es llamar a Juan, llamaré desde el teléfono fijo.
- El teléfono al que llama está apagado o fuera de cobertura en este momento.
No importa, llamaré a su oficina. Debo tener el teléfono de su nuevo trabajo por algún sitio. Efectivamente, aquí está.
- Despacho de Juan Delavert ¿en qué puedo ayudarle?
- ¿Puedo hablar con él?
- ¿Sobre qué tema quiere hablar con él?, ¿cuál es su nombre?
- El señor Delavert me conoce, sólo debe decirle que Isabel Mendoza quiere hablar con él, que necesita urgentemente hablar con él.
- Lo siento, señorita Mendoza, pero no está en su despacho en este momento.
- ¿Cuándo volverá?
- No sabría decirle. Ha tomado vacaciones precisamente ayer.
Le llamaré al móvil de nuevo.
- El teléfono al que llama está apagado o fuera de cobertura en este momento.
viernes, 16 de septiembre de 2011
Ayer y hoy (19)
19
- No te preocupes, Noelia, no me pasa nada. Un pequeño mareo sin importancia.
- ¿Has desayunado bien?
- He tomado café en casa, éste es el segundo que tomo hoy.
- No me refiero a eso, los dos cafés no cuentan, me refiero a un buen desayuno para comenzar el día.
- No puedo, por la mañana no puedo comer nada, sólo café.
- Deberías intentar comer algo sólido para acompañar el café. Un buen desayuno es fundamental para comenzar el día. Además, estás muy delgada.
- No te creas, tengo tripa y michelines y…
- Bobadas. De verdad, Isabel, debes tomarte en serio lo que te digo. ¿Comes bien? Trabajas mucho, duermes poco, necesitas comer bien. No es extraño que tengas pesadillas. Además, mírate, estás blanca, seguro que este año ni siquiera has tomado vacaciones. Debes quererte un poco más, dedicarte más tiempo, disfrutar del tiempo libre.
- Gracias, por tu interés, por tus consejos, pero no te preocupes, ya estoy bien.
- ¿De verdad? Tengo que dejarte y me preocupa que…
- Puedes marcharte, en serio. Mira, pediré un par de pulguitas de jamón y me las comeré ahora mismo ¿conforme?
- ¡Estupendo! Seguimos hablando cuando quieras ¿vale? Te paso los contactos. Busca el neurólogo que más te guste y llámale, ¿lo harás?
- Por supuesto.
¿Cómo puedo haber olvidado tantos días de mi vida? ¡Dos meses! ¿Será cierto lo que yo creía un sueño? Claro que si fuese cierto, si hubiese desaparecido tanto tiempo sin decir nada a nadie, alguien se habría interesado por mí. Me habrían llamado del trabajo para saber porqué me había tomado, sin avisar, unas vacaciones tan largas. Saldré de dudas cuando llegue a la oficina.
jueves, 15 de septiembre de 2011
Ayer y hoy (18)
18
Cada momento tiene una forma peculiar de existir. Todos los momentos son irrepetibles, lo sé, pero éste es uno de esos momentos que parecen idénticos a otros momentos; cuando entras en ellos sientes que estas viviendo un déjà vu, que lo que vives ya lo has vivido antes.
Noelia es una mujer muy agradable, siempre dispuesta a escuchar, a dejar que hables, a animarte. Sus opiniones y respuestas coinciden siempre con lo que necesitas escuchar. Tiene la virtud de ser oportuna. Con ella se puede hablar de todo, sin autocensuras estúpidas, ni falsos pudores. No te juzga, no te alecciona, no intenta manipularte. Ella escucha, comprende, propone lecturas, terapias. Hace que te sientas bien.
- Dime, Noelia, ¿es posible confundir los sueños con la realidad? Últimamente tengo sueños tan reales que me parece que no estoy soñando, sino que las cosas suceden de verdad.
- ¿Estás tomando algún tipo de fármaco?
- ¿Por qué lo preguntas?
- Porque algunos fármacos pueden tener efectos similares
- No, no tomo ningún medicamento, bueno si, veces, pero no mucho, ya sabes, lo normal para el dolor de cabeza, la ansiedad, el cansancio. Nada que no haya tomado antes.
- ¿Sientes dolor cuando sueñas?
- Sí, claro, anoche sentí un dolor tremendo, me toqué la cabeza y descubrí que tenía un enorme chichón y que no sentía las piernas, para andar tenía que arrastrarme Más que un sueño fue una pesadilla, una película de ciencia ficción.
- ¿Te ha pasado más veces?
- No, bueno así no. Lo que me suele pasar, las noches que salgo y regreso tarde, es que al día siguiente no recuerdo nada.
- Es normal que tras una noche loca no se recuerde nada o se tenga recuerdos vagos, imprecisos.
- No sé, lo cierto es que me empieza a preocupar. Pero sobre todo me preocupada la pesadilla de anoche.
- ¿Te ha pasado otras veces?
- No, lo que soñé anoche (bueno, no termino de creer que haya sido un sueño) no me ha pasado nunca.
- Deberías pedir consulta a un neurólogo.
- Gracias, lo haré.
- Si quieres te envío por e-mail una lista con los mejores en esa especialidad.
- Sería estupendo. Por cierto, te veo muy morena, ¿parece que acabas de regresar de vacaciones?
- Y es así, regresé de vacaciones hace cinco días. Este año las tomé del 15 de agosto al 15 de septiembre.
- ¿Cómo?, ¡no puede ser!
- ¿Qué es lo que no puede ser? Pero… qué te pasa, Isabel, qué te pasa, estás muy pálida.
martes, 13 de septiembre de 2011
Ayer y hoy (17)
17
- Sí, claro, ¡estamos!, tengo un hermano que es como yo, ¡estamos!, bueno es más joven que yo, ¡estamos!, pero repite la misma palabra, ¡estamos! ¿Le conoce usted?, ¡estamos!
- Sí, le conozco, bueno no, no sé. ¿Cómo se llama su hermano?
- Daniel ¡entiendes!, Daniel Ignacio, ¡entiendes!, Fuentes de la Vega, ¡entiendes!
- Ya, gracias.
- Entonces, ¡entiendes!, lo conoce, ¡entiendes!, o no lo conoce, ¡entiendes!
- No, no le conozco, quiero decir no, no lo sé.
- ¿Cómo dice?, ¡entiendes!, ¿le pasa algo?, ¡entiendes!, se encuentra bien, ¡entiendes!
- ¿Cómo dice?
- Que si ¡entiendes!, se encuentra bien, ¡entiendes!
- No se preocupe, estoy bien, sólo un poco mareada, pero ya se pasó.
- ¿La llevo al hospital?, ¡entiendes!, estamos cerca,¡entiendes!
- No gracias, ya estoy bien.
- Tenga señorita, ¡entiendes!, ésta es mi tarjeta del taxi ¡entiendes!, si recuerda algo, ¡entiendes!, sobre mi hermano, ¡entiendes!, o si le vuelve a ver,¡entiendes!, dígale que me llame, ¡entiendes!, ¡por favor!, ¡entiendes!, hace años, ¡entiendes!, que ni sabemos nada de él, ¡entiendes!, y nuestra madre, ¡entiendes!, está sufriendo mucho, ¡entiendes!
- No le conozco, nunca he escuchado su nombre. Pero gracias por la tarjeta.
- Si recuerda, ¡entiendes!, que lo conoce, ¡entiendes!, se lo dirá, ¡entiendes!
- De acuerdo.
- Hemos llegado, señorita, ¡entiendes! No me pague nada, ¡entiendes!, sólo dígale a mi hermano, ¡entiendes!, que me llame, ¡entiendes!
- Gracias.
No creo en las casualidades, me estoy volviendo loca o alguien me persigue, porque esto no puede ser. Y sin embargo estoy aquí, junto a mi trabajo, acabo de bajarme de un taxi cuyo taxista es hermano de ¡entiendes!, un personaje que ha aparecido en la pesadilla de esta noche. ¿O no era una pesadilla?, si no fuese una pesadilla, todo sería real, ¡entiendes!, también existiría, sería real. No puede ser, ¿de verdad ha pasado lo que creo que ha pasado o sigo soñando?, ¿cuántas probabilidades hay de que haya dos personas que repitan la misma palabra?
Cuando llegue a la oficina llamaré a Clara y a Juan. Tal vez tendría que llamar a Noelia, ella es sicóloga, tal vez pueda explicarme lo que me pasa (no te neurotices, no te pasa nada, estás cansada, las noches locas te sientan fatal, ya te lo he dicho muchas veces, deberías dejar la vida nocturna por un tiempo) y tú qué sabes, siempre igual, deja de martirizarme, yo controlo mi vida (no me hagas reír, tú no controlas una mierda, la vida te controla a ti, cuándo dejaste de ser esa mujer optimista, divertida, enamorada), ¡cállate!, no te consiento que hables más.
Llego pronto, iré a tomarme otro café bien cargado, tengo que despertarme de una vez.
- Hola, Isabel, ¿tan pronto por aquí?
- ¡Hola, Noelia!, ni te imaginas cómo me alegra verte, estaba pensando en ti. Te invito a un café, tengo que hablar contigo.
lunes, 12 de septiembre de 2011
Ayer y hoy (16)
16
Juraría que ayer era dos de julio ¿cómo puede ser hoy veinte de septiembre?, no, no puede ser, este teléfono móvil está más loco que yo. La tecnología no es perfecta, falla lo mismo que nosotros, comete errores, cambia las fechas, deja de funcionar cuando le da la real gana y nos deja tirados en el momento menos oportuno.
Hoy es dos de julio, ayer era uno de julio y el día cinco de julio tomo vacaciones, este año sí, este año voy a tomar vacaciones, las necesito. Aceptaré la propuesta, esta vez sí. Llamaré a Juan y nos perderemos juntos en algún lugar en el que nadie pueda encontrarnos. Y a Clara, llamaré a Clara, tengo que hablar con ella, hace tiempo que no sé dónde se mete. La invitaré a comer y hablaremos, hablaremos mucho, como antes, como siempre. Se reirá cuando le cuenta la extraña pesadilla que he tenido esta noche (tú crees que ha sido una pesadilla parecía tan real, yo no estoy tan segura), ¡pero bueno!, ¿ya empiezas a llevarme la contraria?, ¿así es como quieres ayudarme?, no te escucho, no quiero escucharte. No tiene sentido, las pesadillas son eso, pesadillas, nada más (si tú lo dices…), sí, lo digo, ha sido una pesadilla y no quiero seguir escuchándote.
Pediré un taxi, no me apetece conducir. El tiempo está un poco desapacible, el cambio climático convierte el verano en otoño, terminarán por confundirse las estaciones, cualquier día no sabremos en qué estación estamos, un día será verano y al día siguiente invierno. Hace un poco de frío y puede llover, tal vez tendría que haberme puesto la gabardina.
- Taxi
- ¿Dirección?
- A la torre de cristal, por favor.
- De acuerdo señorita ¡estamos!
- ¿Cómo dice?
- Digo que de acuerdo ¡estamos!, también he dicho señorita, ¡estamos!, o es usted señora, parece muy joven para llamarla señora ¡estamos!
- No se preocupe, puede llamarme señorita si quiere.
- Ya decía yo ¡estamos!, es usted muy joven ¡estamos!, ¿por donde la llevo, señorita, por la Castellana?, ¡estamos!
- Por donde quiere, me da lo mismo, pero dígame, ¿por qué repite una y otra vez ¡estamos!?
- Ah, eso, pues no lo sé ¡estamos!, ¿le molesta?
- No, no se preocupe. Es que he conocido a otra persona que también lo dice y..
- ¿Conoce usted a mi hermano?, ¡estamos!
- ¿Su hermano?, ¿tiene un hermano que repite la misma palabra que usted?
domingo, 11 de septiembre de 2011
Ayer y hoy (15)
No, no pienso dar la luz, abrir los ojos, levantarme de la cama (¿por qué no?, eres una mujer valiente, sin complejos, capaz de asumir proyectos importantes, asume de una vez tu vida, sea lo que sea que te está pasando), no quiero, no puedo, sé que cuando me levante y me mire al espejo la pesadilla volverá a comenzar. Mi cara será la cara de Clara, estaré en un lugar espantoso y no sabré lo que ha pasado durante los últimos meses. Yo me llamo Isabel, tengo 37 años, terminé mi carrera con el número uno de mi promoción, pude elegir dónde trabajar y tras más de 10 años trabajando me he ganado una reputación, soy respetada en el trabajo, admirada en mi círculo de amistades y tengo toda la vida por delante (lo ves, tengo razón, debes afrontar este pequeño contratiempo, levantarte y afrontarlo, sea lo que sea) no digas tonterías, todo parece sencillo desde lo que se imagina, la realidad es otra cosa (pues afróntala, tú vives en la realidad y la realidad siempre te ha sido favorable), lo sé, pero ahora tengo miedo (¿miedo?, ¿tú?, jajajajaja, esa palabra no está en tu diccionario,¡vamos!, levántate, recupera tu vida); mi vida, mi vida es el trabajo. Juan, Juan era mi vida, pero no está y yo tengo la culpa. Le llamaré, de hoy no pasa, le llamaré.
Tengo que dar la luz, saber qué día es hoy, salir de aquí como sea y buscar explicaciones lógicas a todo este conjunto de entelequias y llamar a Juan, le pediré perdón, le diré que soy estúpida, que lo siento (así me gusta, ésa es la Isabel que sabe lo que hay que saber, ¡ánimo!), de acuerdo, daré la luz.
Pero… ¡si estoy en casa!, a ver, sí, esta es mi cama y además, aquí no hay ningún muerto (lo ves, Isabel, lo ves, todo ha sido un mal sueño), me levantaré a comprobar qué ha pasado con mis cuadros (no te preocupes, Isabel, tus cuadros estarán enteros, seguro, los sueños sueños son y las pesadillas también y tú has tenido una pesadilla). Si, es cierto, están enteros, por una vez vas a tener razón (siempre tengo razón, deberías escucharme más), no me hagas reír, si no fuese por ti no estaría donde estoy, siempre animándome a vivir a tope (¿yo?, eso no te lo crees ni tú, las pesadillas y las noches locas no te sientan nada bien y lo sabes), de acuerdo, es posible que haya tenido una pesadilla, que está vez me haya pasado, que la noche loca de ayer, debe haber sido la noche loca más loca de las noches locas que no recuerdo y me está pasando factura hoy.
Los cuadros están enteros, iré a beber agua. La cartera no está en la nevera, debo haberla dejado en otra parte. Son las siete de la mañana, me daré una ducha y… me miraré al espejo, eso es lo que más miedo me da, mirarme al espejo y comprobar qué… (lo ves, Isabel, la cara que ves en el espejo es tu cara, no la cara de Clara), es cierto, ¡he recuperado mi cara! (tienes, eso sí, un aspecto terrorífico, con esas ojeras que…), nada, eso no es nada que no pueda disimular un buen maquillaje (y el pelo, ¿has visto qué pelo?, parece el pelo de una Barbie, estropajoso y revuelto); pero soy yo, nunca me he sentido más orgullosa de mi cara, mi cara es una prueba evidente de que todo ha sido una pesadilla. Si eso es, una pesadilla espantosa, tengo que dejar por algún tiempo la vida nocturna, esos olvidos comienzan a preocuparme y las pesadillas cada vez parecen más reales.
Qué bien sienta una buena ducha. Tomaré agua caliente y un café bien cargado. Apenas llegue al despacho llamaré a Juan. Me pondré el traje de chaqueta, los tacones y unas gafas de sol y estaré lista para comenzar el día. Por cierto, ¿qué día es hoy?, miraré en el móvil.
Es jueves, ¡veinte de septiembre!, no puede ser.
Ayer y hoy (14)
14
Mientras intento que el espejo se rompa, pienso en Clara, en su imagen mirándome, imitándome, sustituyéndome. Y recuerdo a mi madre, ella dice que la imagen que la mira desde el espejo no es la suya, sino que esa imagen es la imagen de su madre, es decir mi abuela. Antes pensaba que mi madre se estaba volviendo, pero ahora creo que la loca soy yo.
El espejo se rompe, ya caen sobre el lavabo y al suelo los piezas irregulares del puzzle esmerilado y el misterio se ha roto con él. Efectivamente, es un espejo, un espejo difícil de romper pero espejo al fin, no hay tecnología informática, ni artificios novelescos. Hay un espejo roto, sólo eso. Detrás no hay nada, ni chip prodigioso, ni cámaras espía, ni nada, un espejo, simplemente eso, un espejo.
Un espejo, pero no es un espejo cualquiera, en cada pedazo de este espejo roto se reproduce la imagen de Clara cuando me miro yo. ¡Mierda!, cientos de Clara me miran en todos los tamaños. Sí, estoy loca, no puede ser de otra manera.
Y tú no dices nada, te has callado por fin, ahora, justo ahora que necesito que alguien me diga lo que está pasando (tranquila, Isabel, tranquila, escucha, alguien está abriendo la otra puerta) no es ese lo que quiero oír, quiero explicaciones y... es verdad la puerta, alguien está abriendo la puerta.
- ¡Otra vez lo mismo!, pero por Dios, señorita, ¿por qué rompe los espejos?, ¿de nuevo con la historia de que usted no es la que es? Es una pesadilla frutos de los calmantes y todos los medicamentos que la hemos tenido que administras. No es real, es una pesadilla, la misma pesadilla que se repite una y otra vez.
- ¿Dónde estoy?, ¿quién es usted?, ¿cuánto tiempo llevo aquí?, ¿qué me pasa?
- Lo sabe perfectamente, se lo he dicho cada día. Soy enfermero, éste es el Hospital Central, usted tuvo un accidente y ha estado en coma varios meses. Pero, afortunadamente, ya está mucho mejor. No se preocupe, Clara, no se preocupe.
- ¡Yo no me llamo Clara, me llamo Isabel! ¡Entiende! Isabeeeeeeeelllll! Llámeme Isabel, no me llamo Clara.
- No grite, por favor, no grite, se pondrá usted peor. Es una pesadilla, sólo eso, una pesadilla. Usted es Clara y...
- Isabeeeeeeeelllllll, llámeme Isabeeeeeleeeee,
- De acuerdo, Isabel, la llamaré Isabel si es eso lo que quiere, pero tranquilícese.
- ¿Qué hace?, por qué me está pinchando. No por favor, no, ¿qué contiene esa jeringuillas?
- No es nada, tranquila, no es nada, sólo quiero que se tranquilice, Clara, nada más.
- Yo soy Clara, Clara, Cl a r a a a a....
jueves, 8 de septiembre de 2011
Ayer y hoy (13)
13
¿Cómo puedo romper el espejo? Ir al otro lado, jugar una partida de ajedrez con el destino, comprender lo que pasa, olvidar y vivir como si no hubiese pasado nada (¿no es eso lo que haces, Isabel, no es lo que has estado haciendo los últimos años?; te engañas a ti misma, todo lo que sucede, sucede en tu cabeza; actúa y reflexiona, tienes que reflexionar). ¡Cállate maldita sea, calla de una puta vez!, estoy harta, harta de escuchar tus voces murmurando en mi oído, harta de sentir tus reproches, harta de ti; déjame tranquila, no me agobies ¡olvídame! (eres injusta conmigo, Isabel, soy la única persona de tu mundo que te conoce, te impulsa, te dice la verdad, pero tú sólo quieres escuchar mentiras, halagos, parabienes) ¡Maldita zorra! ¡Cállateeeee!
Romper el espejo, eso es, romper el espejo. Pero cómo, sólo tengo las manos, los puños, la rabia, el silencio. Romper el maldito espejo, ver lo que esconde detrás, encontrar respuestas, inventar preguntas diferentes, salir de aquí, salir de aquí, recuperar ayer, vivir hoy y sentir que existe mañana. Tal vez yo siga siendo yo y la imagen que veo es una imagen virtual de Clara que imite mis movimientos.
Romper el espejo, liberarme de este peso que pesa sobre mi cabeza, comprender lo que pasa, por qué pasa, salir de esta espiral y comprender (piensa, Isabel, piensa, tú eres valiente). ¡Qué te calles! Romper el espejo, liberarme del sombrerero loco que no me deja en paz, liberarme de lo real y de lo imaginario, estar en otro parte, volver a despertar en mi cama, en mi casa, en mi vida. Conseguir que ayer sea hoy y hoy vuelva a empezar.
Romper el espejo, salir, sentir, gritar, pensar, actuar. Actuar, actuar, actuar racionalmente. Vamos a ver, qué tengo a mi alrededor; nada, a mi alrededor no tengo nada, nada, nada, una toalla, dos toallas. ¡Estupendo!, tengo dos toallas, ya sé lo que haré: una la utilizaré para taparme la cara y la otra me servirá para romper el espejo; la enrollaré en el puño cerrado y golpearé el espejo hasta que se rompa. Eso haré.
Romper el espejo, golpear, golpear, golpear, conseguir que se rompa, que la imagen se multiplique (eso es, Isabel, golpea, sigue golpeando, ya cede, se rompe, estalla, lo conseguirás) ¡Maldita imbécil! ¿Es que no puedes callarte? No, no se rompe, sólo se agrieta, pero no se rompe, ¿habrá algo detrás del espejo que está sujetando los pedazos?
martes, 6 de septiembre de 2011
Ayer y hoy (12)
12
¿Qué harías tú, si al despertar de un largo sueño-pesadilla, la cara que te mira desde el espejo del cuarto de baño no es la tuya, sino la de tu mejor amiga? Eso mismo es lo que hice yo, gritar, gritar como una loca. Tal vez siga soñando, tal vez todo forme parte de la misma noche que no recuerdo, tal vez hoy siga siendo ayer y el mañana que vivo hoy sea sólo una entelequia.
(Tranquilízate Isabel, no ganas nada poniéndote histérica, gritando. Piensa, tienes que pensar, reflexionar de manera racional, tú no eres dada al esoterismo, magia negra, historia para no dormir y cuestiones por el estilo. Piensa, Isabel, piensa. Todo acaba teniendo una explicación racional, ya lo verás. La ficción es eso, ficción, de los sueños se acaba despertando y todo lo que te pasa se debe al veneno de una noche sin recuerdos. Seguro que aún sigues allí en esa noche, buscando lo que no encontrarás nunca, lo que no está en el lugar en el que te empeñas en seguir buscando).
Tengo que pensar como pienso en el trabajo, con la cabeza fría, la mente abierta a todas las posibilidades y el análisis concienzudo de hechos, datos, realidades tangibles. Ahora tengo que hacer lo mismo: analizar la realidad. Seguro que hay una explicación y tengo que encontrarla. Veamos:
· Los hechos: entro en el cuarto de baño de una habitación en la que no he estado nunca antes, me miro a lo que supongo que es un espejo y en lugar de ver mi cara lo que veo es la imagen de Clara, mi mejor amiga, la dueña de una pistola con la que ¡Estamos! me apuntó y, estuvo a punto de dispararme.
· Preguntas: ¿es mía la imagen de la persona que veo en el espejo?, ¿es realmente un espejo?, ¿por qué está la imagen de Clara y no la mía en ese supuesto espejo?
· Respuestas:
Analizaré todas las posibilidades de cada una de las preguntas.
Pregunta 1: ¿es mía la imagen de la persona que veo en el espejo? Para saber si la imagen que se refleja en el espejo es la mía o, al menos, actúa como yo, sólo tengo que moverme de manera poco lógica (eso es, Isabel, eso así, sácale la lengua a Clara, dile todo lo que no le has dicho nunca); si la imagen repite los mismo movimiento (ya ves, Isabel, que sí, la imagen repite tus movimientos), entonces, tendrías que concluir (con bastantes posibilidades de que sea una conclusión acertada) que la imagen del espejo responde adecuadamente a tus movimientos, pero nada más, nada más. La tecnología del siglo veintiuno tiene programas que pueden hacer cualquier cosa (muy bien, Isabel, estupendo), lo que me lleva a la siguiente pregunta.
Pregunta 2: ¿es realmente un espejo lo que aparentemente parece un espejo? Las apariencias engañan (se decía ayer y sigue siendo aplicable hoy) y lo que parece un espejo, puede ser una pantalla de plasma conectada a un ordenador (Isabel, Isabel, puede que no sea necesario un ordenador) o, claro, también puede ser un chip incorporado al supuesto espejo, que me haga creer que es real lo que no lo es.
Pregunta 3: ¿por qué está la imagen de Clara en un espejo, que podría no ser un espejo? Si es un espejo y al mirarme en él lo que veo es la imagen de Clara y no la mía, supondría que alguien me ha practicado una complicada cirugía estética. Pero no recuerdo nada. Si esta teoría es cierta, supone que llevo un montón de tiempo en este lugar, sedada; porque no se nota ni una cicatriz, ni nada. No puede ser, es demasiado surrealista. Si no es un espejo y es, simplemente, un programa de ordenar capaz de dotar a un imagen, la imagen de Clara, mis propios movimientos, la pregunta del millón sería ¿por qué alguien quiere que yo vea, al mirarme en un espejo que no es una espejo, la imagen de Clara en lugar de ver mi propia imagen?
No tiene sentido, nada tiene sentido (piensa, Isabel, piensa, sigue pensando, vas por buen camino). Tengo que hacerme más preguntas, buscar otras repuestas a las preguntas anteriores. (eso es Isabel, bien). Tengo que descartar que estoy soñando, tengo que descartar que estoy loca ¿o lo estoy?
Eso es, romperé el espejo y así tendré respuestas a casi todas las preguntas.
Ayer y hoy (11)
11
Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí, que diría Monterroso. El dinosaurio, la incertidumbre, el miedo, el dolor, la ansiedad, todo sigue aquí . No, éste no es el cuento más breve del mundo, todo lo contrario, ésta es una historia increíblemente larga, me parece que no tiene final. Estoy aquí, sola, en una habitación que recuerda a una habitación de hospital si no fuese porque estoy sola. Hay dos puertas, pero no hay ventanas. ¿Dónde estoy?, ¿cuánto tiempo llevo aquí?
Tengo la boca pastosa, el chichón ha desaparecido, las piernas no me duelen y... chan-ta-chán ¡puedo moverlassss!. La habitación en la que estoy está pintada de blanco y... ¡blanco!, todo es blanco, como en el sueño. Eso es, he tenido una especie de sueño-pesadilla, surrealista. Lo recuerdo perfectamente, es el mismo sueño que tuve cuando me aperaron de amigdalitis. Pero... no, no me han cortado las orejas. Mis orejas siguen en su sitio.
Necesito ir al baño, quiero mirarme en el espejo; ¿habrá un baño en esta habitación? Hay dos puerta, una de ellas tiene que ser el baño. Me bajaré de la cama y lo comprobaré. Las piernas me aguantan, puedo caminar y camino.
Esta puerta está cerrada, no hay forma de abrirla está cerrad por fuera. Veamos la otra. Sí esta puerta se abre, es el cuarto de baño. Pero entonces... ¡Mierda, mierda, mierda!, estoy encerrada. ¿Por qué estoy encerrada?, ¿quién me ha encerrado? ¿Es o no es un hospital el lugar en el que me encuentro?
Tengo que recodar, eso es, recordar (vamos, Isabel, tienes que hacer un esfuerzo) Recuerdo que me desperté ayer, bueno ayer o cuando sea, me desperté tras una noche loca, la noche más loca de todas las noches locas que no recuerdo. Me desperté y encontré un muerto en mi cama, luego todo se complicó de repente: ¡Estamos!, la cartera-maletín, las piernas, el chichón, la calavera dentro del frigorífico, la ambulancia, la policía.
La policía, eso es, la policía, ¿que fue lo último que escuché antes de perder la noción del tiempo? (recuerda, Isabel, recuerda, haz un esfuerzo). Sí, eso es, ¿dijeron que no habían encontrado el muerto en mi dormitorio? Sí, algo así. No me lo puedo creer, pero entonces ¿dónde está el muerto?, ¿quién era el muerto?, ¿estaba muerto realmente? Tengo que seguir pensando, pero antes... entraré en el cuarto de baño, bueno en este cuchitril, con la baza, el lavabo, el espejo, y
- ¡Aaaaaaaahhhhhhh!
lunes, 5 de septiembre de 2011
Ayer y hoy (10)
10
Todo se diluye a mi alrededor, me pesan las pestañas, los párpados quieren cerrarse y el sonido apenas perceptible me transporta a un lugar vacío, blanco, luminoso. Las palabras se han ralentizado, las bocas se deforman, apenas las comprendo.
- O i ga se ño ra ¿dó nde di ce que es ta ba el muer toooo?
Muerto, muerto, muerto, ¿qué muerto? Aquí sólo hay luz. Dos hombre con bata blanca quieren cortarme las orejas con una balón de reglamento. Todo es blanco, las paredes, las puertas. Escaleras que suben y personas que bajan. Mujeres disfrazadas de cisnes que se desplazan a cámara lenta en un lago simétrico. Hombres como centauros, con chaqueta blanca y pajarita. Todo me da vueltas, todo gira, los muebles, los instrumentos musicales, la habitación es un túnel enorme que se lo lleva todo.
Luz, luz, que alguien apague esa luz. Nos sentamos en butacas blancas, una orquesta interpreta el lago de los cisnes. El director es... ¡Oh, Dios mïo!, por qué está aquí, ¡que alguien me ayudeeeee”. No es una batuta lo que lleva en la mano, es mi pistola ¿por qué lleva en la mano una pistola ese hombre terrible? Toda la orquesta es blanca y llevan armas blancas, sus disparos blancos hacen blanco sobre un techo blanco, sangre blanca y espesa me salpica, lo salpica todo. Poco a poco todo se difumina, sólo queda el blanco, un blanco que me cerca, disfraza el Universo y los vestidos.
El conejo de Alicia lo va pintando todo con su brocha gigante y los hombres de blanco estiran mis orejas y las cortan de un tajo. Quiero gritar pero no me muevo, no puedo moverme. ¿Qué lugar es este? Todo es irreal, ilógico. ¿Pero por qué se ríen?, ¿qué quieren de mí?
- Despierte, señorita, despierte.
¿Por qué está él aquí?, ¿dónde estoy?, ¿cómo ha llegado aquí ese hombre? Tengo que gritar, tengo que salir de aquí como sea. ¿Por qué me miran todos? NO quiero que me miren.
- No grite, por favor, no grite, ¿qué le pasa?, ¿está despierta? Está en el hospital.
No me fío de nada ni de nadie. Me han drogado y me han llevado a un lugar extraño.
- Mis orejas, no siento las orejas ¿por qué me han cortado las orejas?
domingo, 4 de septiembre de 2011
Ayer y hoy (9)
9
Luis no me oye y ya se acercan. Ya llegan. Ya están aquí. ¡Dios mío! (tranquila, Isabel, tranquila, no te va a pasar nada, no te pongas neurótica, tranquila, tranquila, no cierres la puerta, así podrán entrar sin romperla) ¿Cómo he podido llegar hasta aquí. Si salgo de esta voy a cambiar de vida, lo juro.
- Señora, señora, no llore que ya estamos aquí, ¿cómo se llama?, ¿qué le pasa?, ¿qué le duele?, ¿por qué está sentada en el suelo?
- Me llamo (Óoohohojooo) Isabel, (Óoohohojooo) me atacaron, (Óoohohojooo) me duele la cabeza, las piernas, (Óoohohojooo) no me puedo levantar, las piernas (Óoohohojooo) no me responden y yo (no llores, Isabel, no llores).
- No llore, mujer, no llore, que todo se va a resolver. No se preocupe.
Parecen enfermeros del SAMUR. Sí, eso es, son enfermeros. Estoy salvada. Ahora suben más personas, será la policía. No sé que hacer, qué decir, por dónde empezar. Ya entran, dos policías (tranquila Isabel, tranquila, tú no has hecho nada, tú eres la víctima, no sabes nada, no has hecho nada) me miran de forma rara.
- Imagino que será usted la que nos llamo ¿verdad?, ¿no hay nadie más en casa?, ¿dónde está el muerto?
- En la dormitorio, (Óoohohojooo) sobre la cama (Óoohohojooo).
- No llore Isabel, no hable, no se mueve. Por favor, inspector ahora no, tenemos que llevárnosla al hospital de inmediato. Ya podrá interrogarla más tarde.
Ahora entrarán en el dormitorio, descubrirán al muerto y pensarán que lo he matado yo. Pero yo no recuerdo nada, no sé si lo he matado yo y lo ha matado ¡Estamos! con mi pistola, bueno con la pistola de Clara. ¿Dónde estará Clara? ¡Mierda, mierda, mierda! ¿La habrá matado ¡Estamos!?, ¿quién le hadrá dado mi dirección? Todo es confuso, no siento nada, me han dormido eso es, me han dor..
- Oiga señora ¿dónde dice que estaba el muerto?
- Lo siento, inspector, pero está sedada, no puede oírles, tendrán que esperar.
sábado, 3 de septiembre de 2011
Ayer y hoy (8)
8
Alguien se ha detenido junto a la puerta. Silencio, silencio, silencio, ¿quién será? No, no voy a gritar, es mejor que permanezca en silencio. Si es ¡Estamos! se marchará si no siente ningún ruido, si fuesen la policía o la ambulancia llamarían o abrirían la puerta de alguna forma. No, no voy a gritar, no voy a hacer ningún ruido. Esperaré. Bien, parece que la persona que ha llegado hasta mi puerta se marcha. ¿Se marcha?, no, no se marcha, está subiendo al piso de arriba ¿Qué hora es?, está amaneciendo, deben ser las siete de la mañana, la persona que se ha parado junto a mi puerta debe ser Luis, el vecino, vuelve de hacer footing.
Pero..., ¿por qué se ha detenido junto a mi puerta y no ha llamado? Le conozco, seguro que ha dejado un mensaje. Tengo que ir a mirar (vamos, Inés un nuevo esfuerzo, ya eres toda una campeona en andar arrastrando el trasero, una vez más), porque además, si era el vecino que venía de hacer footing, hoy no es ni sábado ni domingo, porque los sábados y domingos Luis no está en casa, y si está no sale tan temprano a correr. Eso quiere decir que hoy es un día entre semana. Efectivamente, era Luis, aquí está su mensaje, lo ha pasado por debajo de la puerta:
- Encontré un móvil junto al seto de entrada, es tuyo. Disculpa el atrevimiento, he abierto el móvil y he visto que tienes un montón de llamadas perdidas. Te lo dejo junto a la puerta. ¡Cuídate! ;)
¡Mi móvil! Tengo que abrir la puerta ahora mismo. Pero ¿dónde están las llaves? Imposible, ahí arriba no puedo llegar, es demasiado alto. Además, no, ahí no están. Si no están en el llavero de la entrada (piensa, Inés, piensa), tampoco están en el bolso que dejé en la mesilla y la cartera-maletín se lo llevo ¡Estamos! (piensa, Ines, piensa) ¿dónde las dejaría?, no lo sé, no tengo ni idea. Pero..... tachán, tachán, eso es...., tengo unas llaves en la mesa, junto al teléfono (venga, Isabel, a este paso vas a establecer una nueva disciplina olímpica, “carreras ¡vas de culo!”. Un nombre muy apropiado a mi situación actual, ¡voy de culo!
Si, efectivamente, aquí están las llaves. Ahora lo difícil será abrir la puerta, llegar hasta la puerta es supersencillo, pero... para abrirla tendré que trepar intentando levantar con las manos todo el peso del cuerpo y abrir la puerta empujando (vamos, Isabel, vamos, ya casi lo tienes). No, imposible, no puedo. Dar vuelta a la llave es fácil, lo difícil es abrir la puerta, mi propio peso la cierra cuando intento abrirla. Pero quién está ahí, ¡Dios mío!
- Isabel, Isabel, ¿eres tú?, ¿qué te pasa?
- Por favor, Luis, empuja, empuja todo cuanto puedas.
- Pero...
- Gracias Luis, muchas gracias.
Ya está, aquí está mi teléfono. Ahora sí, ahora suenan sirenas, está llegando la policía. ¿O será la ambulancia?, es lo mismo.
- ¿Que pasa, Isabel, qué pasa?
- No pasa nada, Luis, vete a trabajar, he llamado a la ambulancia y ya vienen. ¡Márchate, por favor!, déjame sola.
- Pero cómo te voy a dejar sola. Soy médico, ¿lo recuerdas?, no me puedo marchar, tengo que ver lo que te pasa y....
- ¡Márchate!, confía en mí, necesito que te vayas, ve a trabajar, luego te cuento.
- Pero.
- ¿Es que no me has entendido? ¡Márchate de un puta vez?
- ......
Menos mal que se ha marchado. Ya suben por la escalera, no sé si será la policía o la ambulancia. ¿Y si fuesen los matones? No, no puede ser, he llamado al número de teléfono de la policía y ellos se han encargado de llamar a la ambulancia.
¿A qué número de policía he llamado?, a uno que había sobre la mesa en el que estaba escrito, policía, bomberos, urgencia... ¡Oh, Dios mío!
- ¡Luis!, ¡Luis!, ¡Luisssssssss!, vuelve, por favor, vuelveeeeeeee
jueves, 1 de septiembre de 2011
Ayer y hoy (7)
7
¡Estamos!, ha destrozado el salón, ¡hijo de puta!, ha destrozado los muebles, y los cuadros, ¡ha destrozado mis cuadros! Esto no puede estarme pasando a mi, esos cuadros valen una fortuna (Antonio López, Arroyo, Sicilia, Rafael Canogar, Lucio Muñoz,...). ¡Nooooo, mis cuadros noooo!, mis cuadros, mis cuadros, ¡mis cuadrooooos!, lo mejor que tengo, lo más valioso, lo único que merece la pena conservar de la casa (no llores, Isabel, no llores, lo mejor que tienes es la vida y aún la conservas). Hubiese preferido estar muerta para no ver este estropicio (ni se te ocurra pensar así, Isabel, no puedes permitirse ese lujo, debes seguir adelante, eres fuerte, tú eres fuerte) lo mejor que tengo, lo más valioso, lo único que no quiero perder. Pero... ¿cómo lo ha hecho? Todo está cortado limpiamente, con precisión, ¿habrá utilizado láser? Sí, eso es, ha utilizado láser, no podía arriesgarse a destrozarlo todo haciendo ruido, los vecinos podrían escucharlo y llamar a la policía.
Me duelen las piernas. Mis piernas... ¿qué habrá utilizado ese cabrón para inmovilizarlas? No veo golpes, ni hematomas, nada, sólo que me duelen y están como muertas. ¿A qué me enfrento?, ¿quién es ¡Estamos!?, ¿para quién trabaja?, ¿por qué yo?, quiero morirme.
Vamos, Isabel, no pienses, no dejes de luchar, sigue, ya estás cerca del teléfono, descuélgalo, marca el número de información; así, estupendo, y ahora marca el número de teléfono de la policía, sin miedo, cuéntales lo que te está pasando. No me creerán, seguro que piensan que estoy loca. No importa, tú llama y cuéntaselo.
- Oiga, ¿es la policía? Por favor, vengan a mi casa, vengan rápidamente, mi casa está destrozada, hay un muerto en mi cama y mis piernas, no puedo mover las piernas. ¿De verdad?, ¿van a venir?, ¿cuánto pueden tardar?, cinco minutos, ¿llamarán también a urgencias por mí? Gracias, muchas gracias. No, no me moveré, esperaré a la ambulancia.
Lo ves, Isabel, lo ves, sólo tienes que esperar cinco minutos. En esos cinco minutos puedes llamar a Juan. Llámalo, dile que le quieres, que no puedes vivir sin él, que no quieres seguir haciéndote la dura, que él tenía razón, que vas a cambiar, que lo echas de menos cada minuto y que... No, no, no, no puedo llamarle y decirle todo eso, no, no, no puedo, tendré que decirle que estoy en un apuro y no creerá ni una palabra del resto, pensará que sólo le llamo para que resuelva mis problemas y que cuando estén resueltos le dejaré tirado de nuevo.
Ya llegan, seguro que es la policía o la ambulancia, ¡tan pronto! No he escuchado el sonido de las sirenas. ¿Será ¡Estamos!?, No por favor, no, no, no que no sea ¡Estamos!
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