lunes, 12 de diciembre de 2011
Ayer y hoy (60)
60
Juan tampoco contesta, ni siquiera puedo conectar con su teléfono móvil. Me siento encerrada en una tela de araña, en una burbuja que no me deja respirar, no sé lo que está pasando con mi vida, con mi trabajo, con todo. No me queda más remedio que hablar con Hurtado, tal vez él me pueda explicar lo que está pasando aquí. Además, le pediré el expediente que lleva su nombre. Pero antes, hablaré más despacio con la sustituta de Adela.
- Por favor, ¿puede venir a mi despacho?
- Claro, ahora mismo.
- Gracias, pero antes, llame al señor Hurtado y dígale que haga llegar a mi despacho el expediente que lleva su nombre.
- De acuerdo. ¿Prefiere que vaya yo a buscarlo y se lo lleve a su despacho?
- No, prefiero que hagas lo que te he dicho: llama a la secretaria de Hurtado y le dices que nos traiga el expediente.
- Lo siento, pero eso no puede ser.
- ¿Por qué no puede ser?
- Porque la secretaria del señor Hurtado era yo y él me pidió que viniese aquí porque su secretaria no había venido a trabajar, ni usted tampoco ¿no lo recuerda? Se lo dije antes.
- Es cierto, tienes razón, lo había olvidado. Entonces, será mejor que vaya usted al despacho del señor Hurtado, le pida el expediente y luego venga a mi despacho ¿de acuerdo?
- Lo que usted mande, señorita.
Seguiré llamando a Juan y a Adela, necesito contactar con los dos.
- Oiga, señorita, ¿le falta mucho? Los registros se están terminando y nos tenemos que ir a Comisaría.
- ¿Cómo que nos tenemos que ir?, ¿yo también?
- Claro, usted también. Todos los trabajadores tienen que pasar a declarar por comisaría.
- ¿Y tiene que ser hoy, ahora?, ¿no puede ser mañana?
- Efectivamente, no puede ser mañana, tiene que ser hoy.
- Pero podrá ser por la tarde ¿no?, quiero ir a la casa de mi anterior secretaria para ver si está bien, no me coge el teléfono y estoy preocupada.
- Lo siento, pero tengo órdenes de llevarla a usted a comisaría cuando terminemos aquí. Y no se preocupe por su secretaria que está bien.
- ¿Y usted cómo lo sabe?
- ...
Por qué no me contesta, este tipo dice que mi secretaría está bien ¿por qué dice eso? ¿Será que ella también está en comisaría? Debe ser muy gordo lo que ha pasado aquí para que todo el mundo tenga que ir a declarar. La policía está realizando un registro en toda regla. Pero... ¿y mi ordenador?, ¿se han llevado también mi ordenador?
- No me mire así, ya sé lo que quiere saber, la respuesta es sí, nos hemos llevado todos los ordenadores de estas oficinas.
- Pero ¿por qué?, necesito que alguien me dé una respuesta. Llame a su jefe, por favor, quiero hablar con él.
- De acuerdo, le llamaré, pero no creo que quiera, sus órdenes fueron claras: hablaré con ella en la comisaría.
- No iré a comisaría sin saber qué está pasando y por qué tengo que ir.
Por mucho que lo piense no se me ocurre nada por lo que la policía esté aquí. Todos los expedientes en los que he estado trabajando son claros, transparentes (recuerda, Isabel, que no recuerdas nada de lo que ha pasado las últimas semanas), es cierto, eso debe ser. Pase lo que pase aquí está pasando desde que no recuerdo haber estado aquí. ¡Dios mío!, esto puede ser peor de lo que parece.
- ¿Puedo pasar?
- Sí, claro, pase.
- Lo siento, señorita, pero no he podido encontrar el expediente Hurtado, tampoco estaba el señor Hurtado, me ha dicho la policía que se lo han llevado detenido.
- ¿Detenido?
- Eso me han dicho, y yo... ¿qué va a pasar conmigo?, acabo de entrar a trabajar, qué mala suerte, señorita.
- ¿Cómo se llama usted?
- Alicia, me llamo Alicia Pérez.
- No llore Alicia, usted no tiene nada que temer. Ya lo verá.
¿Se han llevado detenido al señor Hurtado?, aquí pasa algo muy gordo y yo sin enterarme de nada. Quisiera recordar, saber lo que he hice las últimas semanas.
- Mi jefe al teléfono, señorita, puede hablar con él.
sábado, 10 de diciembre de 2011
Ayer y hoy (59)
59
Llamaré a Adela, tengo que saber qué le pasa, por qué no ha venido a trabajar. Si se encuentra mal, si está asustada (lo estaba anoche) iré yo a su casa, si quiere, para ayudarla, pare prestar más atención a sus preocupaciones. Tal vez, incluso, tengan algo que ver con todo lo que está pasando hoy aquí.
El teléfono ya habrá cargado lo suficiente para poder llamar o, al menos, buscar el número de teléfono privado de Adela y llamarla desde el teléfono fijo, no me gusta utilizar el teléfono móvil cuando se está cargando. Mejor aún, buscaré el teléfono de Adela en el la libreta de anotaciones que tengo en el cajón.
Pero... ¿esto qué es?, no hay nada en los cajones, ni las libretas de anotaciones, ni el dietario, ni los documentos privados, nada, de nada (anda con mucho cuidado, Isabel, es posible que se lo haya llevado todo la policía, también es posible que hayan intervenido tú teléfono, ten cuidado con lo que dices); yo no tengo nada que ocultar, puedo hablar con quien quiera y lo que quiera (¿estás segura?, no recuerdas lo que has hecho últimamente ¿cómo sabes que no has hecho algo tan terrible que repugna a tu conciencia y por eso lo quieres olvidar?); no, no puede ser, eso no es posible. ¡Dios mío!, tengo que llamar a Adela, la llamaré desde el móvil, allí tengo su teléfono de casa. Sí eso, haré.
- ¿Qué sé cree que está haciendo?
- Busco un teléfono en el móvil para llamar a mi secretaria, dado que al parecer hoy no ha venido a trabajar, ¿algún problema?
- Puede buscar los teléfonos que quiera en su móvil, pero no puede hablar por teléfono desde el móvil, ¿entendido? Llame desde el teléfono del despacho, que además es más barato ¿vale?
- Pero ¿qué dice?, llamaré desde mi teléfono móvil si quiero, estaría bueno.
- Usted llamará desde dónde yo le diga o no llamará.
- ¡Esto es el colmo!
- Deme el teléfono móvil, que yo busco el teléfono que quiera.
- No, eso ni hablar, mi teléfono es mío y no se lo dejo a nadie, a no ser que me lo diga un juez.
- Está bien, usted gana, busque los números que quiera, pero no intente llamar por teléfono desde el móvil, porque si intenta llamar por teléfono desde el móvil le pondré las esposas y la llevaré detenida a la Comisaría y allí le podrá explicar al sargento eso del juez ¿me ha comprendido?
- ...
- Así me gusta, calladita. Busque los teléfonos que quiera, pero llame desde el teléfono del despacho, no desde el móvil.
Está claro que el teléfono del despacho está intervenido. Por eso no quiere que llame desde el móvil. Lo que no comprendo es por qué me han dejado subir, por qué no me han dicho nada del caso, por qué me han puesto a una persona para que me vigile. Llamaré a Adela de todas formas.
- ¿Qué pasa?, ¿no contestan?
- ...
- No hace falta que me diga nada, ya veo que su secretaria no contesta.
- ...
- Y ahora se pone digna, la muy...
- No me insulte, si me insulta se las tendrá que ver con los tribunales.
- Me hace gracia que hable usted, precisamente, de llevarme a los tribunales. La que irá a los tribunales será usted y toda esta pandilla de señoritingos de esta torre de cristal.
- Si me acusa de algo ¿dígame de qué?, ¿cuénteme lo que está pasando?, ¿dígame si tengo que llamar a un abogado?, de lo contrario hágame el favor de no hablarme en la forma que me está hablando o le denunciaré por agresiones.
- ...
Llamaré a Juan, tengo que llamar a Juan. No puedo dejarle al margen de esto.
martes, 6 de diciembre de 2011
Ayer y hoy (58)
58
¿Cómo es posible que Pedro Villar del Álamo sea policía?, algo se me escapa. Ese tipo es un sinvergüenza, un maltratador, un asesino en potencia. Además, las fotos con mi amiga, el asunto conmigo que no recuerdo. No, no puede ser, algo no encaja en toda esta historia, no se puede tratar del mismo Pedro. Sin embargo, son iguales los dos apellidos... ¿Qué probabilidades hay de que haya dos personas con el mismo nombre y los mismos dos apellidos? Imposible, tiene que ser el mismo.
- De acuerdo, llame al señor Villar del Álamo, no me importa, pero dígale que quiero presentar una denuncia contra él por lo que pasó anoche. Un policía se lo llevó detenido y un amigo mío que lo vio todo habrá puesto la denuncia esta mañana.
- ¿Que un policía ha detenido a otro policía?, esta si que es bueno, debe estar loca. ¿Una denuncia?, jajajajajaj, no me haga reír, señorita.
- No comprendo qué es lo que le hace tanta gracia. Lo que le estoy diciendo es verdad.
- Espero un momento. Y no se mueva, no intente nada, ¿de acuerdo?
- Pero qué quiere que intente, si está usted delante de la puerta como un perro guardián.
- ¡Silencio!
Le llaman por teléfono, prestaré atención a la conversación.
- ....
- Sí, aquí está, ¿quiere hablar con ella?
- ...
- Si quiere bajamos ahora mismo, dice que tiene que cargar su móvil y hacer algunas llamadas.
- ...
- No, no señor, he seguido sus instrucciones al pie de la letra, no la he dejado sola ni un minuto, no hemos salido del despacho ni ella ni yo.
- ...
- Lo que usted diga, señor. A la orden, señor. Sí, señor.
Está claro que está hablado de mí, pero con quién. Tengo que enterarme (tal vez sea mejor que te hagas la tonta, Isabel, como si un hubieses escuchado nada). El teléfono ya está cargando, puedo llamar por teléfono y... pero antes tengo que saber quién le ha llamado y por qué esa persona, que es un superior, está hablando con este policía de mi.
- Dígame, ¿con quién estaba hablando?
- A usted no le importa una mierda con quién hable yo o deje de hablar. Usted a lo suyo, y deprisita, que tenemos que bajar ya ¿entendido?
- Sí, si que me importa, porque estaban hablando de mi.
- ¿De usted?, jajajajajajaja. Se cree importante, ¿es eso?, usted se cree muy importante, aquí, en su despacho, en la torre de cristal. Usted, como otros muchos ejecutivos de mierda, son unos miserables y..
- Oíga, no me insulte, usted no me conoce y...
- ¿Me va a denunciar también?, jajajaja, mire cómo tiemblo.
- Yo sólo quería saber con quién estaba hablando y por qué hablaban de mi.
- No tengo que darle a usted ninguna explicación. Haga las llamadas que tenga que hacer y puerta, si tarda mucho tendremos que marcharnos ¿comprendido?
- No tiene por qué tratarme así, yo no..
- Usted se calla y termina ya o tendremos que marcharnos sin que haya terminado de hacer lo que quiera que haya venido a hacer aquí. Aunque me temo que no le servirá de nada.
- Pero... ¿de qué habla? Dígame que es...
- ¡Silencio, coño!, ni una palabra más o salimos de aquí cagando leches.
sábado, 3 de diciembre de 2011
Ayer y hoy (57)
57
Me preocupa mucho que Adela no haya venido a trabajar. Ayer estaba muy nerviosa, espero que no le haya pasado nada. Buscaré su número de teléfono móvil y la llamaré yo misma (¡Ay!, Isabel, Isabel, qué cabeza tienes, aún no has puesto a cargar el teléfono, te recuerdo que lo tienes descargado), es verdad el móvil está descargado, pero no pasa nada, ahora mismo lo pongo a cargar y enseguida podré llamar a Adela y a Juan, tengo que llamar también a Juan y contarle lo que está pasando aquí para ver si él sabe algo o si puede investigar algo. Aunque... será mejor dejar a Juan al margen de todo esto (eso es una tontería Isabel, Juan conoce a un policía, seguro que si no lo sabe puede intentar averiguar algo, debes llamarlo), no sé qué hacer, pensaré detenidamente todo esto. Lo mejor será llamar a Hurtado, sí eso es, lo llamaré (antes pon a cargar el móvil, que ya se te olvidaba otra vez), claro, antes pondré a cargar el teléfono.
- ¿Qué hace?, ¿qué está buscando?
- ¿Me dice a mi?
- Sí, claro, a quién sino.
- Voy a coger mi bolso, para sacar el teléfono móvil y ponerlo a cargar porque se ha quedado sin batería.
- Deme el bolso y lo busco yo. No quiero sorpresas desagradables.
- No le comprendo, ¿de qué sorpresas desagradables habla?
- Deme el bolso, haga el favor.
- Tome, tome, aquí lo tiene.
No sé que es lo que teme este policía, no sé qué piensa que puedo estar buscando en el bolso, a no ser que..., ¡mierda, mierda, mierda!, como esté dentro la pistola...
- ¿Y esto qué es?
- Una pistola, no lo está viendo, es una pistola. Deme el teléfono, por favor, tengo que ponerlo a cargar.
- Más despacio, antes dígame ¿qué hace esta pistola en su bolso?
- No lo sé. Yo también estoy sorprendida. Pero, por favor, ¿mientras hablamos puede darme el teléfono móvil para ponerlo a cargar?
- Le daré el teléfono móvil si contesta a la pregunta que acabo de formularle ¿qué hace en su bolso una pistola de policía?
- ¿De policía?, pero qué dice, esa pistola no es de policía. Esa pistola es de un sinvergüenza.
- ¿De un sinvergüenza?, ¿cómo se llama ese sinvergüenza?
- Pedro Villar del Álamo.
- Pedro Villar del Álamo es policía, señorita, ¿por qué dice que es un sinvergüenza?
- ¿Pedro Villar del Álamo, policía?, no me lo puedo creer. Por favor, deme el móvil, tengo que ponerlo a cargar, necesito hacer algunas llamadas y los teléfonos a los que tengo que llamar están en el móvil.
- ¡Conteste a mis preguntas o tiro su móvil por la ventana!
- ¿Qué más quiere saber? Ya le he dicho de quién es la pistola ¿no?
- Claro, pero lo que no me ha dicho es por qué la tiene usted.
- La tengo porque esta noche... Mire, lo mejor es que me dé el teléfono, lo pongo a cargar y llamo a una persona que le podrá explicar a usted, mucho mejor que yo, por qué tengo yo la pistola de Pedro Villar del Álamo.
- Ni lo sueñe. Lo que voy a hacer es llamar a Pedro Villar del Álamo, para ver qué me cuenta.
Ayer y hoy (56)
56
Tengo que ordenar mi mente, tranquilizarme, entender lo que está pasando, descubrir qué es lo que busca la policía en mi lugar de trabajo (yo creo, Isabel, que todo esto tiene que ver contigo, con lo que no recuerdas, con lo que ha pasado cuando no estabas aquí o estabas aquí sin que ahora recuerdes que estuviste). Sí, eso debe ser, en este tiempo que no recuerdo debe estar la clave para entender lo que sucede ahora.
- Señorita ¿la pasa algo?, contesté ¿qué la pasa?
- ...
- ¿Necesita ayuda?, está pálida.
- Pero... ¿qué hace?, ¡no me toque!
- De pronto se ha quedado inmóvil y estaba pálida, pensé que le pasaba algo.
- ¿Le parece poco lo que me pasa? Necesito salir, hablar con mi secretaria, ir a la sala de reuniones a buscar un expediente y usted me tiene aquí encerrada.
- Lo siento señorita pero cumplo órdenes, no puede salir de aquí. Si necesita algo dígamelo y un compañero mío irá a buscarlo. Llame a su secretaria si quiere, pero no puede andar por ahí.
- Pues justo ahí tiene la respuesta. Lo que me pasa que estoy retenida contra mi voluntad y no sé por qué.
- No está retenida contra su voluntad, usted quiso subir aquí a pesar de que sabía las condiciones. Además, es libre, simplemente no puede andar por las dependencias de la oficina porque interrumpiría la investigación que se está llevando a cabo.
- ¿Qué investigación?, ¿por qué?, ¿qué buscan aquí?
- Ya le he dicho más de lo que le podía decir. Esas preguntas se las responderá mi jefe cuando lo crea conveniente. Ahora haga las llamadas que necesite hacer y cuando termine volvemos a bajar a la calle y ya está.
- De acuerdo, ¿puede decir a mi secretaria que venga?, ¡por favor!
- Es mejor que la llame por teléfono, yo no me puedo mover de aquí.
- No hace falta que se mueva de la puerta, simplemente la abre y le dice a la persona que está sentada junto a la mesa, en el despacho que está a la entrada, que venga, que quiero hablar con ella.
- No insista, señorita, es mucho mejor que le llame por teléfono usted misma y le pida que venga aquí.
Tal vez los teléfonos estén intervenidos. Sí eso debe ser, quieren tener el control sobre todo lo que pasa en la oficina. Por eso insiste en que llame por teléfono. Pero yo no tengo nada que ocultar, puedo llamar sin ningún problema. Eso es lo que haré.
- Adela, por favor, ven a mi despacho.
- Lo siento, pero Adela no está.
- ¿No está?, ¿dónde está?
- No lo sé, yo soy la nueva.
- ¿Qué nueva?, mi secretaria es Adela ¿quién la ha destinado a este puesto de trabajo?, ¿dónde está Adela?, ¿qué pasa?
- Yo no sé nada de eso. Entré a trabajar aquí hace un par de semanas y hoy me ha dicho mi jefe que viniese a sustituir a Adela porque ella no estaba y usted vendría tarde.
- ¿Su jefe?, ¿quién es su jefe? No comprendo nada.
- Mi jefe es el señor Miguel Hurtado, él es el que me contrató.
- ¿Miguel Hurtado es su jefe?
- Sí, así es, él me pidió está mañana que viniese aquí. Luego llegó la policía y...
- ¿Qué más?, ¿qué más le ha pedido el señor Hurtado que haga?
- Lo siento, señorita, pero no se lo puedo decir.
- ¿Por qué no me lo puede decir?
- Compréndalo, a mi me ha contratado el señor Hurtado y lo que él me mande hacer sólo se lo puedo decir a él.
- ¡Esto es el colmo!, llame inmediatamente a mi secretaria a su casa.
- Eso tampoco podrá ser. Llevo llamando toda la mañana a su secretaria (por indicación del señor Hurtado) pero en casa de Adela no contesta nadie al teléfono.
- No importa, yo misma la llamaré al teléfono móvil. Usted vaya a la sala de reuniones y tráigame el expediente Hurtado, por favor.
- Lo siento, pero ese expediente se lo he llevado al señor Hurtado esta mañana, lo tiene él ¿quiere que se lo pida?
miércoles, 16 de noviembre de 2011
Ayer y hoy (55)
55
No sé por qué tenemos que subir en el montacargas. No comprendo nada. Este policía me mira de una forma muy rara. ¿Qué pasará en el Edificio de Cristal?, ¿en qué planta del edificio estará interviniendo la policía? Si me han dejado pasar es porque en nuestras oficinas no pasa nada ¿o sí?, no lo sé.
- Oiga, ¿de verdad no puede decirme nada de nada?
- Correcto
- ¿Ni siquiera puede decirme si lo que está pasando, sea lo que sea, pasa en mi oficina?
- Eso lo comprobará usted misma cuando llegue a su oficina. Yo no sé nada.
- ¡Cómo que no sabe nada!, eso no me lo creo. Usted tiene pinta de ser una persona inteligente y que sabe mucho. Ande, sea bueno y dígame algo.
- ¡Silencio!, no trate de liarme, señorita, diga lo que diga usted, yo no le voy a decir nada, ¡entendido!
- Pero, es que...
- ¡Silencio!, no diga ni una palabra más.
- ....
Menudo humor se gasta el policía éste. No sé qué puedo encontrarme en la oficina y ya no hay vuelta atrás. Por otra parte, necesito subir, cargar el móvil, hablar con Adela, revisar el expediente Hurtado y llamar a Juan. Tal vez él sepa algo de lo que está pasando aquí.
¡Mierda!, la puerta está abierta, hay mucho revuelo. La policía está por todas partes. Pase lo que pase en el edificio, está pasando aquí.
- No corra, señorita, no corra que es peor. Yo le acompañaré hasta su despacho. Pero no se le ocurra hacer nada extraño porque entonces tendré que ponerle las esposas.
- ¿Las esposas?, ¿por qué?
- ¡Silencio!, le he dicho que no hable. Ya le explicará lo que pasa quien se lo tenga que explicar, mientras tanto guarde silencio.
Todo está revuelto. La policía se está llevando ordenadores, expedientes. ¡Dios mío!, ¿qué está pasando aquí? Adela, tengo que hablar con Adela.
- Vamos, señorita, siga adelante, no se pare, usted quería ir a su despacho ¿no?, pues vamos a su despacho.
- ¿No puedo hablar con mi secretaria?
- Hablará con ella desde su despacho. Lo que tenga que hacer lo hará desde su despacho, en mi presencia. No puede moverse de su despacho ¿me ha entendido?
- ...
- Contesté, ¿me ha entendido?
- No, no comprendo nada, no sé lo que está pasando aquí, que alguien me lo explique por favor.
- Ya se lo explicarán. Ahora haga lo que haya venido a hacer aquí.
- ...
Este registro e incautación de bienes que está haciendo la policía tiene que responder a algo muy grave ¿pero qué puede ser? Llamaré a Adela, seguro que ella sabe algo. Antes conectaré el móvil para que se vaya cargando.
- Señor policía, ¿puedo llamar por teléfono?
- Sí, claro, llame. Usted haga lo que tenga que hacer.
- Y... ¿tiene que estar usted aquí todo el tiempo?
- Correcto.
- ¿No puede esperar fuera?
- No, tengo que estar aquí, a su lado.
- Pero es que...
- Pero es que nada, aquí las reglas las pongo yo. Llame por teléfono si quiere, haga lo que quiera hacer, pero en mi presencia, ¿de acuerdo?
- ...
martes, 1 de noviembre de 2011
Ayer y hoy (54)
54
- No tengo ni idea, señorita, sólo sé lo que estoy viendo. Pero si la policía ha acordonado la zona eso es que pasa algo.
- Ya veo, ya.
- ¿Quiere quedarse aquí o quiere que la lleve a otro lugar?
- Me quedo aquí, gracias. ¿Cuánto le debo?
- Son siete con setenta.
- Aquí tiene, cóbrese.
- No creo que la policía la deje pasar. Pero... usted inténtelo.
- ...
¡Mierda, mierda, mierda!, ¿qué habrá pasado? Me acercaré al edificio desde la calle de al lado que es peatonal, ésa tal vez no esté cortada. Puede que haya sido un accidente. Tengo que subir a mi despacho. Además, no puedo llamar a nadie, mi móvil está muerto.
¡Dios mío!, esta calle también está cortada. De todas formas entraré, tengo que entrar. Algo ha pasado en el Edificio de Cristal. Lo mejor es entrar decidida.
- ¡Eh!, oiga, ¿a dónde cree que va?
- Trabajo aquí, tengo que subir a mi oficina.
- ¿Trabaja en el Edificio de Cristal?, ¿en qué planta?. ¿cómo se llama usted?
- Me llamo Isabel Inciarte y trabajo en la última planta, ¿qué pasa?, ¿por qué tienen acordonada la zona?
- Eso no es asunto suuo.
- ¿Cómo no va a ser asunto mío? ¡trabajo aquí!
- Tranquila, no se altere. Espere un momento, no se mueva de aquí, tengo que llamar a...
- ¡Por favor!, déjeme pasar, tengo que ir a mi trabajo, es urgente.
No sé lo que está pasando, pero sea lo que sea no es nada bueno. ¿Qué hago?, intentaré colarme. Saldré corriendo y ya está (no seas loca, Isabel, el policía está hablando con alguien por teléfono, seguro que cuando le diga que tú trabajas aquí te dejará pasar), si, eso haré, echaré a correr y entraré en el edificio (no es una buena idea, Isabel, no hagas locuras), sé que puede ser una locura, pero no puedo quedarme aquí, esperando, sin saber qué pasa, sin poder llamar a nadie.
- Puede pasar, señorita Inciarte. Mi compañero le acompañará.
- No hace falta, conozco el camino, puedo subir sola.
- No dudo que conozca el camino a la última planta del Edificio de Cristal, dado que según dice trabaja allí, pero si quiere subir tendrá que ir acompañada ¿lo ha entendido?
- Sí, claro, lo he entendido, pero no me ha dicho qué está pasando y yo...
- Pero vamos a ver ¿quiere subir o no quiere subir?
- Sí, por supuesto, quiero subir, pero...
- No hay pero que valga. Si quiere subir, subirá acompañada por mi compañero. Si no quiere subir, se lo dice a mi jefe usted misma. Mire ahí está, ¿lo ve?
- De acuerdo, subiré acompañada por su compañero.
- Pues venga, en marcha.
No sé si lo que está pasando, pasa en la última planta del edificio o no. Lo que está claro es que algo gordo está pasando aquí, eso seguro.
- Vamos, señorita, yo la acompaño. Tenemos que subir por el montacargas, el ascensor está siendo usado para asuntos del servicio.
- Pero entonces... ¿qué está pasando?
- Como le ha dicho mi compañero no le podemos decir nada. Lo siento.
- ...
- ¿Quiere subir o no?
- Sí, claro, sí, subimos, aunque sea en el montacargas.
lunes, 31 de octubre de 2011
Ayer y hoy (53)
53
No, no quiero, no puedo parar, tengo que encontrar otro taxi, tengo que ir a la oficina y llamar a Juan (deberías hablar con tu padre, saber qué quiere, por qué intenta contactar contigo) no quiero habla con mi padre, lo que quiero es hablar con Juan preguntarle si él ha llamado a mi padre.
Menos mal, parece que el taxista se ha cansado de seguirme. Tomaré otro taxi para ir a la oficina. Ahora no podría soportar una perorata de mi padre. La última vez que nos vimos quedó claro que no quería volver a saber nada de él (eres dura, Isabel, muy dura, la última vez que viste a tu padre él intentaba ayudarte, lo mismo que ahora, seguro), no quiero, no necesito su ayuda. Más que un padre ha sido siempre un juez, también en casa y no sólo conmigo, también con mi madre (no digas eso, Isabel, tu padre adoraba a tu madre, os quería mucho a las dos), no quiero hablar de este tema, no quiero, ¡me oyes!, mi padre es juez y eso imprime carácter. Es juez las veinticuatro horas del día, lo fue con mi madre y lo ha sido conmigo (eres injusta y lo sabes, eres muy injusta, tu padre te quiere y siempre te ha dado buenos consejos, lo que te pasa ahora...) ¡cállate!, no sigas hablando, no necesito que me digas nada más de mi padre, le conozco bien, lo sé todo y no quiero saber nada de él, ni ahora, ni nunca.
- Taxi
- ¿A dónde la llevo?
- A la Torre de Cristal, ¡por favor!
- No sé si podremos acercarnos mucho. He pasado hace un momento por allí y habían un atasco monumental.
- Bueno, si comprobamos que sigue el atasco puede dejarme cerca.
- De acuerdo, no se preocupe.
Sacaré la agenda y anotaré todo lo que quiero hacer hoy, lo que tengo que hacer hoy antes de volver a ver a Juan. Lo más importante es llamarle, comprobar que es cierto lo de ayer, que no es un invento de mi imaginación. Por otra parte, le pediré a Adela que me cuente cómo ha pasado la noche, qué pasó con el hombre que según ella le seguía, si el coche negro sigue rondando su calle. Tengo que volver a ganar su confianza, descubrir qué es lo que la está pasando. No sé si todo lo que la preocupa está relacionado con su separación y mi amnesia de los últimos meses o hay algo más en el trabajo que también debería preocuparme a mi.
Me preocupan esos sueños, esas sensaciones terribles que he tenido. Me preocupa no recordar lo que ha pasado los dos últimos meses de mi vida. Adela tiene razón, tengo que llamar a un neurólogo, pedir día y hora para una consulta. Necesito saber qué es lo que me está pasando, por qué no recuerdo nada de lo que ha pasado los dos últimos meses, por qué tengo esas sensaciones tan extrañas. Además, debo reflexionar, dedicar un tiempo a pensar, decidir lo que quiero hacer con mi vida (tal vez deberías cambiar de trabajo, no merece la pena dedicarle tantas horas al trabajo, no vives, no tienen vida sólo tienes trabajo, y ¿tienes el valor de criticar a tu padre?, eres peor que él, después de todo tu padre se dedica a algo importante ) y eso también, debería pensar si el trabajo que tengo (por mucho dinero que me paguen) es el más adecuado o sería mejor dedicarme a algo más cercano a lo que he querido hacer siempre y he olvidado: escribir.
- Lo siento, señorita, no podemos seguir adelante, la calle sigue cortada.
- ...
- Señorita, tengo que dajarla aquí, hemos llegado.
- Lo siento, no me había dado cuenta de que me estaba hablando a mi.
- Pues le decía que no podemos seguir adelante, la policía tiene acordonadas varia calles y..
- ¡La policía!, ¿dónde?, ¿por qué?
jueves, 27 de octubre de 2011
Ayer y hoy (52)
52
No creo en las casualidades. Sobre todo cuando se producen todas juntas, cuando algo no cuadra, cuando los acontecimientos hablan de otra cosa. ¿Es casual que justo cuando necesitas algo lo encuentres? (¿y por qué no?, a ti te ha pasado algunas veces y no has encontrado otra explicación que la casualidad y porque no crees en los milagros, sino habrías pensado que era una casualidad milagrosa), no me hagas reír, ¡una casualidad milagrosa!, jajajaja, lo que me faltaba. Las casualidades muy casuales y como tú dices , casi milagrosas, no existen. Más bien creo que hay muchas casualidades premeditadas.
Hace más de diez años que no veo a mi padre y ahora está aquí, él, el super conocido señor Inciarte está aquí. ¿Es una casualidad?, lo dudo mucho. Alguien le ha dicho que yo estaba en el hotel, pero ¿quién?, ¿por qué? No sé qué hacer. Se dirige a recepción. Estoy perdida. Tengo que salir de aquí inmediatamente.
- ¿Hay una puerta trasera en el hotel?
- Sí, claro que sí.
- Pues vamos salgamos por esa puerta.
- Mire, señorita, a la puerta de atrás se llega por ahí. Vaya saliendo mientras voy a por el coche. Ahora insisto en ser yo el que la lleve a donde quiera ir. Sé que le pasa algo, se ha puesto blanca al mirar a... ¿su padre?, ¿el señor Inciarte es su padre?
- Sí, pero por favor, no diga nada, no quiero verle, no ahora. ¡Ayúdeme, por favor!
- De acuerdo, no se preocupe. Salga por la puerta de atrás y espéreme. Yo voy a ver que quiere su padre y me reúno con usted en un momento
- Gracias.
No sé si fiarme del gerente del hotel. Seguro que mi padre le cuenta una película y él se la cree, menudo es mi padre. El gerente vendrá con mi padre, seguro. No voy a esperar, saldré a la calle y pediré un taxi (deberías ir al encuentro de tu padre, él te puede ayudar, Juan y él son las únicas personas que pueden ayudarte y lo sabes), eso es, tal vez le haya llamado Juan, seguro que le ha dicho que estoy aquí. Pero... ¿por qué?, no, no lo creo, Juan no le ha llamado (es una casualidad, Isabel, no le des más vueltas, es una casualidad que debes aprovechar; debes ir al encuentro de tu padre y contarle lo que te pasa), no, no puedo hablar con él, aún no estoy preparada para hablar con él.
Eso es, lo que tengo que hacer es tomar un taxi para ir a la oficina. Así lo haré (¿y si el taxista que tomas es el mismo de ayer?) sería mucha casualidad que el taxista fuese el mismo de ayer y yo no creo en las casualidades. Ahí viene uno.
- ¡Taxi!
- Buenos días, señorita, a dónde quiere ir.
- A la Torre de Cristal, ¡por favor!
- ¿Por dónde quiere que la lleve?, el tráfico hoy está imposible.
- Por donde lleguemos más rápido, tengo mucha prisa.
Ahí están los dos, el gerente y mi padre. Lo sabía, estaba segura. Mi padre puede conseguir lo que se proponga. Y ahora, anotará la matrícula del taxi, llamará a la central y tratará de localizarme. Estoy segura de ello. Tengo que actuar de inmediato.
- Pare, por favor, pare, me bajo aquí, he olvidado que quiero pasar por el banco.
- Quiere que le deje aquí mismo, en mitad de la calle.
- No, déjeme ahí, junto al banco.
- De acuerdo, pero desde aquí no podrá ir andando a la Torre de Cristal ¿quiere que la espere?
- No gracias, no sé cuánto voy a tardar. Tenga, el importe de la carrera, quédese con el cambio...
- Pero... ¿está segura?, gracias.
-...
- ¡Oiga!, señorita, espere, ¡espere! Pero, la entrada al banco es por ahí, señorita, ¿a qué banco quiere ir?, ¡espere! me llaman de la centralita, alguien pregunta por usted.
martes, 25 de octubre de 2011
Ayer y hoy (51)
51
La pistola, pero... ¡Dios mío!, ésta es la misma pistola que en el sueño o en la realidad (está claro que lo confundes todo, Isabel) me dio Clara para que se la guardase. Sí, efectivamente, es ésta, y si no es ésta se le parece mucho. Pero... ¿qué hace Pedro Villar del Álamo con una pistola que Clara me dio a mí para que se la guardase? Además, si la pistola aparecía en el sueño... ¿el sueño es sueño o es realidad? No, no puede ser, será otra pistola (eso debe ser, Isabel, no te preocupes, tú no entiendes de pistolas), sin embargo, juraría que era ésta. Vamos a ver, recuerdo que la pistola que me dio Clara tenía una muesca en la culata. Sí, aquí, justo aquí. Es la misma, ahora estoy segura, es la misma pistola. Pero... ¿cómo tiene él la pistola de Clara, si yo no se la he devuelto y hace mucho que no nos vemos? (bueno, lo que pasa es que tú no te acuerdas, Isabel, pero tal vez en estos dos meses hayas visto a Clara; lo que es seguro es que aunque no lo recuerdes has visto a Pedro Villar del Álamo asiduamente estos dos últimos meses. En alguno de esos encuentros él te habrá quitado la pistola Clara ¿no te parece?, tal vez incluso se la diste tú), también puede ser que, aunque no lo recuerde, haya devuelto a Clara su pistola y Clara se la haya encomendado a Pedro Villar del Álamo en uno de sus encuentros ardorosos.
¡Madre mía!, menudo lío, esto no lo entiendo ni yo. Pero, sea como sea, verdad o ficción, recuerdo u olvido, esta pistola la he visto yo antes. La pistola es la misma que he visto en la realidad o en el sueño. Se li diré a Juan, a ver qué opina.
Juan, Juan, cuando pienso en él siento que merece la pena seguir adelante, a pesar de todo, a pesar del miedo, de los problemas, de la inseguridad. A su lado me reconozco y me siento bien. Le quiero, sí, le quiero, eso es lo único que sé.
Y ahora... tengo que salir del hotel. Me daré una ducha, iré a la habitación de al lado, cogeré mi bolso, llamaré a Juan, llamaré al trabajo y saldré pitando para la oficina. Tengo que revisar el expediente Hurtado y luego, luego quiero ver a Juan, sentir sus besos, sus abrazos, su cercanía. Sí, eso haré.
¡Mierda! el teléfono está descargado. Tomaré un taxi y llegaré a la oficina, en un momento (¿un taxi?, no sé si es una buena idea puede que el taxi que tomes sea el mismo de las dos últimas veces); no, no tomaré un taxi, pro si acaso, ese taxista me da miedo, lo mismo que su supuesto hermano. Lo que haré será pedir un taxi a través del hotel. O mucho mejor, pediré un coche de protocolo del hotel, no quiero arriesgarme.
- Buenos días. Dejo la habitación. ¿Me da la factura?, pro favor.
- Su habitación está pagada, señorita, corre por cuenta del hotel. Aquí tiene una carta del gerente. También me ha pedido que le diga que espere un momento, que quiere hablar con usted antes de que abandone el hotel.
- Lo siento, pero tengo mucha prisa, ya hablaré con él en otra ocasión. Necesito un coche, un servicio discrecional del hotel. No quiero tomar un taxi.
- Lo que usted quiera, pero... mire, señorita, aquí llega el gerente.
- Buenos días, señorita Inciarte ¿ha descansado bien?
- Muy bien, gracias. Muchas gracias por la atención que ha tenido para...
- No ha sido nada. Siento mucho lo que ha pasado. El señor Delavert nos lo ha explicado todo. Sentimos no haber detectado al intruso antes de que llegase a su habitación.
- No se preocupe, gracias de nuevo por su intervención. Ahora tengo que marcharme. Estaba pidiendo un coche.
- Pondremos uno de nuestros coches de protocolo a su disposición el tiempo que necesite. Yo mismo le acompañaré a donde quiera.
- No es necesario, con un coche-taxi del hotel es suficiente.
- Faltaría más, estamos a su entera disposición. Además, aquí tiene un obsequio del hotel, con nuestras disculpas.
- Gracias, pero no hacía falta que... ¡rosas azules!, mis preferidas, como...
- Ya veo que el señor Inciarte la conoce muy bien. Ha sido difícil encontrarlas, pero nada es imposible cuando se pone buena voluntad. Por cierto, ¿quiero tomar algo?
- Gracias, pero no puedo, de verdad, tengo que ir a la oficina de inmediato.
- Como usted desee. Nuestro coche está a su disposición.
- Gracias.
- Lleve a la señorita Inciarte a dónde ella le diga.
Dios mío, es él.
viernes, 21 de octubre de 2011
Ayer y hoy (50)
50
No, no quiero despertarme, no quiero abrir los ojos, no quiero comprobar que estoy soñando, que Juan ha sido un sueño, que sus labios, sus manos, su piel sobre mi piel, han sido sueño, que son un sueño estos sentimientos, que es un sueño la unión de los cuerpos, que es un sueño este ahora tan grande, este yo tan pequeño, este sabor a él, este sabor a encuentros repetidos, que esto dulce momento es simplemente un sueño.
No, no quiero despertarme, no quiero abrir los ojos y encontrar el vacío. No quiero abrir lo ojos y descubrir que todo es irreal, que Juan no está, que tal vez no estuvo nunca. No quiero abrir los ojos y descubrir de nuevo que todo cambia cada vez que me duermo y al despertar soy otra, que el tiempo está pasando sin que yo pueda hacer nada por comprender por qué algunos recuerdos desaparecen. No, no quiero abrir los ojos, quiero que se prolongue el duermevela que contiene su aroma.
No, no quiero despertar, esta vez no, esta vez he sentido cómo se fueron acelerando los impulsos y las emociones, los silencios desnudos y el jadeo, el rito y la locura. Sentir de nuevo el descubrimiento, la entrega al ritmo de una música inaudible para el resto del mundo, cómo nos buscamos por todos los rincones de nuestra anatomía, cómo nuestras salivas derramaron el mar entre las sábanas, cómo estuvimos dentro del misterio y cómo presentimos el fogonazo ardiente del amor y el inmenso placer del sexo compartido.
No quiero despertar, no quiero abrir los ojos, alargaré las manos y rozaré sus labios con la punta de mis dedos y entonces... No, no puede ser, Juan no está aquí, ¿cómo es posible. ¿Dónde estoy?, ¿dónde está?, ¿qué está pasando? Mierda, mierda, mierda (abre los ojos Isabel, abre los ojos, enfréntate a la realidad), no puedo, no quiero abrir los ojos, no quiero descubrir que estoy en casa, que todo ha sido un sueño (no, Isabel, no ha sido un sueño, aspira el aroma que aún queda entre las pliegues de la cama, siente su sabor en tu cuerpo, descubre las sensaciones dulces del día de después), es cierto, tienes razón, todo lo que siento es real, lo que recuerdo tiene que haber sido real.
Sí, abriré los ojos, tengo que abrir los ojos, ya los abro. Sí, es cierto, estoy en el hotel, el escenario es el mismo en el que me dormí de madrugada, tras vivir el milagro de un nosotros inmenso, inigualable. El lecho sigue estando caliente y aún persiste la huella de Juan. No, no ha sido una pesadilla lo que hemos vivido, sino un sueño real. El nosotros existe, por fin.
- Juan, Juan, estás ahí (tal vez esté en el baño)
- ...
- Juan. Contesta Juan.
- ...
Entraré en el cuarto de baño. ¡Oooohhhh!, qué alegría, este te quiero escrito en el espejo lleva su firma, Juan ha estado aquí, pero dónde está ahora... Se ha marchado, pero adónde ha ido, lo llamaré al móvil. Mi teléfono móvil debe estar en la otra habitación, dejé allí el bolso, todo. Me vestiré e iré a buscarlo. Mierda, la pistola está sobre la mesilla. No, no quiero recordar lo que pasó antes del amor, no quiero que el recuerdo de Pedro Villar del Álamo emborrone el recuerdo de una noche inolvidable. Pero.. ¿qué es esto?, una nota de Juan
“Hola, mi amor, buenos días, estabas tan profundamente dormida que no he querido despertarte. Descansa, necesitas descansar. No te preocupes por tu trabajo, he llamado para decir que llegarás tarde. Nos vemos cuando quieras. ¡Llámame! Hablaremos, tenemos que hablar. Te quiero”
Me quiere, ¡Juan me quiere! La felicidad debe ser esto. El trabajo, no, no puedo descansar más, tengo que ir a la oficina, revisar el expediente Hurtado ¿qué hora es? ¡mierda, mierda, mierda!, son las doce de la mañana, hace varias horas que tendría que estar en el despacho. Me daré una ducha, me vestiré y llamaré al despacho para hablar con Adela.
Adela, ¡Dios mío! me había olvidado de Adela. Prometí llamarle por la noche para ver si había llegado bien a casa, pero no he cumplido la promesa. Tengo que hablar con ella de inmediato.
jueves, 20 de octubre de 2011
Ayer y hoy (49)
49
Quiero que se termine esta pesadilla, quiero volver atrás, regresar al instante anterior a ese momento terrible en el que decidí dejar a Juan. Fui una estúpida. Me prometo a mí misma que si salimos de esta todo será distinto.
- Abre, abre de una puta vez. Sé que estas ahí, no te ha dado tiempo de ir más lejos.
- ...
- Señor, no grite, está molestando a los otro huéspedes. Acompáñeme, por favor.
- Y tú quién eres? Déjame en paz y metete en tus asuntos.
- Estos son mis asuntos. Soy el gerente del hotel. Le ruego que me acompañe y deje de montar escándalos.
- Vete a la mierda. O mejor dicho, abre la puerta de esta habitación y déjame en paz.
- Lo siento señor, pero eso no puede ser, ésta no es su habitación. Dígame, ¿cuál es su habitación), ¡está registrado en el hotel?
- ¿Mi habitación? Toma, ésta es mi habitación y ésta y ésta. ¿Te parece suficiente o quieres más?
- ....
- ¿Pero qué haces? No pegues al gerente y muéstrame tu documentación.
- ¿Tú también? Acércate y verás si pego o no pego.
- ¡Documentación!, estás sordo o qué te pasa?
- ¿Documentación?, no me hagas reír. Abre esta jodida puerta de una vez o te doy leches hasta en el carnet de identidad.
- ¿Eres uno de esos gallitos eh? ¡Decumentación!, y no me calientes que recibirás de tu propia medicina.
- Que miedooo. Jajajaja. Enséñame la tuya, maricón.
- Se te va caer el pelo.
- ¿A mí? Jajaja. Mira como tiemblo.
- Pues vamos a verlo. ¿Qué te parece esto? Comisario Flores. Quedas detenido por escándalo público, agresiones y resistencia a la autoridad.
- No me jodas, sargento, ¿es que no tienes nada mejor que hacer que meterte en las discusiones de dos enamorados?
- No es eso lo que está pasando aquí. Y ahora dame la documentación.
- No puedo. Está en la otra habitación, en mi chaqueta.
- Ramírez, acompaña a este matón a la habitación a por su chaqueta, que nos vamos los tres a comisaría.
Ufff, por fin parece que se lo llevan, pero lo soltarán y volverá a buscarme. Es un sicópata. Estoy metida en un buen lío.
- Lo ves, Isabel, asunto arreglado.
- No, Juan, no es tan fácil. Cuando lo suelten volverá a buscarme. Tengo miedo. Tengo mucho miedo. Y además...
- No te preocupes Isabel, a Pedro... no le resultará tan fácil salir, ya lo verás, confía en mi. Y ahora...
- ...
- ¿Quieres que me vaya o que me quede?
- Yo... , tú estabas con alguien cuando llamé y no quier que...
- ¿Estás celosa?
- ¿Quíén yo?
- Sí tú. Pero..
- No tienes que decirme nada. Lo comprendo. Querrás irte con ella.
- Ella es sólo una amiga. Lo que quiero saber es lo que quieres tú.
- Quédate, Juan, tenemos que hablar.
- Habrá tiempo de hablar mañana, pasado mañana, otro día. No es eso lo que te he preguntado.
-...
- Tu silencio habla por ti. Me voy a casa. Mañana hablamos, si quieres.
- No te vayas Juan, quédate conmigo.
- ¿En tu habitación o en la mía?
- Donde tú quieras, pero no te vayas Juan, abrázame.
martes, 18 de octubre de 2011
Ayer y hoy (48)
48
Mierda, mierda, mierda, se está quitando las esposas, (date prisa, Isabel, abre la puerta y no esperes al ascensor, echa a correr escaleras abajo); sí, eso es lo que haré, pero antes tengo que actuar un poco más.
- No te muevas Pedro, no se te ocurra moverte o seré una niña mala, muy mala. Recuerda que tengo la pistola.
- La que no debes moverte eres tú o te arrepentirás.
- Jajajaja, que gracioso eres, tú sigue así. Te escucho, voy a por la cena y entro para arreglarte las cuentas, tigre, que eres un tigre.
- Jajajaja. Te engañé, la pistola es de fogueo.
-¿De fogueo?, jajajajaja, eso no te lo crees ni tú. ¡Quieto!, ni te muevas que entro en un minuto
- No intentes nada o te arrepentirás. Me quitaré las esposas en un abrir y cerrar de manos. Visto y no visto.
- ...
- ¿Qué haces?, ¡Vuelve!
Ya está, cerraré la puerta por fuera y saldré corriendo. Pero... qué es ese ruido. ¿Se habrá quitado ya las esposas? No, no es él, es la puerta de al lado, alguien la está abriendo con mucho sigilo. Estoy salvada, sea quien sea le pediré ayuda.
- ¡Juan! Dios mío Juan eres tú.
- Chiiiisss, silencio, no hables, ven aquí sin hacer ruido.
- ...
- Entra en la habitación, Isabel, entra, voy a cerrar.
- ....
- Pero... ¿qué haces con una pistola?
- Yo, no.... ¡Dios mío! No te marchaste, captaste mi mensaje, pero...¿por qué estas en esta habitación?
- Tranquila, ya tendremos tiempo de hablar de eso y de muchas cosas más. Ahora siéntate. Estás pálida, toma un poco de agua.
- Ni siquiera te he dado las gracias por venir.
- No, Isabel, no me des las gracias. Me has llamado y estoy aquí, eso es todo. No podía hacer otra cosa, ya lo sabes. Me conoces y...
- Lo sé, ahora es cuando lo sé. He sido una estúpida y...
- Los dos hemos sido estúpidos, pero saldremos de esta, ya lo verás.
- Abrázame Juan.
Cuánto echaba de menos sus abrazos, sus besos, su aroma, su cercanía. He sido una niña mimada, una tonta. Nada vale más que este abrazo.
- Estás temblando Isabel. No debes preocuparte, ahora estás a salvo.
- Tengo miedo Juan, tengo mucho miedo. Por favor, cierra la puerta por dentro. Hay un hombre en mi habitación que...
- No te preocupes, Isabel, lo sé. Sé que Pedro Villar del Álamo está en tu habitación.
- ¿De verdad?, ¿cómo puedes saberlo?
- Es una larga historia que ya te la contaré. Pero ahora tranquilízate, no pienses en nada, relájate. Hablaremos más tarde, tenemos toda la noche.
- Pero... tengo miedo, ese hombre es terrible, cuando vea que no estoy, se pondrá furioso y...
- No podrá hacerte nada, he llamado a la policía. Estará a punto de llegar.
- ¿La policía? No, la policía, no.
- Tranquila, Isabel, tranquila.
- Tú no sabes lo que me ha pasado, no tienes ni idea de lo que le ha pasado a Clara.
- Sé más de lo que imaginas y además...
- Chiiisss, escucha, se está abriendo la puerta de mi habitación. Ese tipo ha conseguido quitarse las esposas. Ahora descubrirá que la cena no está en la puerta y que yo me he escapado. Me mataré, ese hombre quiere matarme. Y a ti también te matará.
- ¿Las esposas?, ¿qué esposas?
- Es una larga historia que tengo que contarme. Pero no ahora, ahora estoy nerviosa.
- Tranquila, Isabel. Eres tú la que tienes la pistola ¿recuerdas?.
- La pistola, es cierto.
- Pero... por qué la tiras así, podría haberse disparado al caer.
- Lo siento Juan, lo siento, estoy muy asustada.
- Chiiisss, silencio, tu acompañante viene hacia acá. Ahora llamará a la puerta y...
- ....
- Isabel, ¡Isabel!, no te escondas. Sé que estás ahí. Ven conmigo, te estoy esperando. Si no sales tiraré la puerta y entraré a buscarte.
-...
- Y tú, seas quien seas, más te vale que abras la puerta. Si no abres la puerta estás perdido, averiguaré quién eres, te buscaré y no habrá lugar en el que puedas esconderte el resto de tu vida.
- Dios mío, Juan.
- Chiiissss, tranquila. La policía está a punto de llegar.
Ayer y hoy (47)
47
Esto no me puede estar pasándo a mi. Estoy soñando, ahora si que estoy soñando (tienes que actuar con rapidez, Isabel, dale una patada en donde más le duela y quítale la pistola, tú puedes hacerlo) pero es real, esto es real y estoy asustada. Seguro que Juan estará haciendo algo, pero qué puede hacer, nada. Soy yo la que tengo que actuar, yo la que tengo que reaccionar antes de que sea demasiado tarde (haz lo que te estoy diciendo, hazlo ya), debo ganar tiempo como sea. Ya está, pondré en marcha una idea que...
- Pero, ¿de verdad quieres matarme? No me lo puedo creer, jajajaja.
- Y ahora por qué te ríes
- Jajajajaja, cómo no voy a reírme, es para partirse de risa. ¿Es que no te gusta jugar? Eres un sádico y yo sólo te estoy poniendo en bandeja un juego. jajajajaja
- ¡Serás zorra! Esos ojos son tus ojos, ahora sí, ahora eres la de antes, la de siempre. Pero... ¿por qué todo esto?
- Jajaajajaja. Te conozco y sé lo que te gusta. Seguro que esa pistola no es de verdad y que has traído las esposas, ¿a que sí?, jajajajaja
- La pistola es de verdad, muñeca, y las esposas también y sí, es cierto, las he traído. ¿Quieres jugar? Pues vamos a jugar en serio.
- Jajajajajaj. Entonces... ¿por qué estamos perdiendo el tiempo? Juguemos de una vez. Jajajajaja, tengo una idea que te va a volver loco, jajajajaja
Tengo que seguir así, intentando engañarle, representar la pose de mujer fatal. Por las fotos que he visto de él con Clara, eso es lo que le gusta. Él con Clara, ¡Dios mío!, entonces... ¿por qué dice que no la conoce?
- Jajajajaj, sádico, que eres un sádico, seguro que yo no soy la primera ni la única con la que practicas este tipo de juegos ¿a que no? jajajajaja
- ¿Celosa?, no te pega nada. Es que no recuerdas que...
- Déjate de palabras y vamos a jugar. Saca las esposas que quiero esposarte a la cama.
- Eres muy graciosa, muñeca, aquí el que pone las esposas soy yo.
- ¿No quieres cambiar? Sería divertido que yo...
- Que tú ¿qué? No estarás volviendo a las andadas. Seguro que quieres esposarme a la cama para salir corriendo y dejarme aquí tirado. Ni se te ocurre, me oyes, ni se te ocurra.
- Jajajaajaja, que bien actúas, estás interpretando el papel a las mil maravillas. jajajaja
Esto no está saliendo bien. Si sigo así lo único que conseguiré es que me espose a la cama y entonces estoy perdida (es cierto, Isabel, tienes que volver al plan que te he propuesto antes, pégale una buena patada y quítale la pistola), tendré que intentar algo diferente.
- De acuerdo, ponme las esposas. Acércate, aquí tienes mis muñecas.
- Vale, pero antes, abriremos la puerta porque me está entrando hambre.
- De acuerdo, como quieras.
Ahora, tengo que actuar ahora (dale una buena patada, quítale la pistola y sal corriendo, no permitas que sea él el que abra la puerta, actúa, rápido, ahora), sí eso es lo que haré.
- Toma, hijo de puta, eso es lo que te mereces.
- Pero... ¿qué haces?, qué dolor.
- Duele, ¿verdad?, a qué sí. Y ahora no te muevas que esta vez vamos a jugar a mi manera. A ver, dónde tienes las esposas. Sí, aquí están.
- Ni se te ocurra, hija de puta. Pero, por qué me pones las esposas, eres tú la masoquista, yo soy sádico, ¿no lo recuerdas?
- Pues me he cansado de ser masoquista, ahora quiero ser sádica. Así estarás muy bien. Y no te muevas, mira lo que tengo en la mano. Si te mueves te mato
- No lo dices en serio. Y ahora ¿a dónde crees que vas?
- A por la cena, ¿no dices que tienes hambre?
Abriré la puerta y echaré a correr, eso es lo que haré. Tengo que actuar, rápidamente. Cerrar la puerta y ganar tiempo. Ya está.
- No te muevas, si sales por esa puerta te buscaré y te haré la vida imposible, preferirás estar muerta.
- ¡Cállate!
domingo, 16 de octubre de 2011
Ayer y hoy (46)
46
No es el servicio de habitaciones, es Juan. Juan está al otro lado de la puerta. Ha leído mi mensaje y está tomando precauciones. No sé qué hacer, qué decir. No quiero que se marche y sin embargo no puedo ponerle en peligro.
- ¿Has pedido algo al servicio de habitaciones?
- ...
- Contesta, zorra. Si has pedido algo al servicio de habitaciones dile que estás en el baño que te lo deje en la puerta y que luego lo retiras tú. Si no has pedido nada..., si no has pedido nada abriré yo y mataré a quien esté al otro lado de la puerta.
- Sí, por supuesto, he pedido la cena. No he cenado y tengo hambre. Si quieres le digo que se lleve la cena y bajamos los dos a cenar.
- Mientes, ¿acaso te crees que soy idota o qué? He visto que salías del restaurante.
- Sólo he ido a encargar la cena. Como estaba sola... prefería cenar en la habitación.
- No sé si creerte.
- De verdad, te estoy diciendo la verdad.
- Entonces contesta. ¿No te das cuenta que el “servicio de habitaciones” no se marchará hasta que contestes?
¿Qué hago? No sé qué hacer. Mierda, mierda, mierda (contesta, Isabel, pero sé inteligente y en la respuesta dile algo a Juan de forma que comprenda que estás en peligro), sí, es cierto. Ya sé lo que voy a hacer.
- Servicio de habitaciones, abra por favor ¿le pasa algo?
- Lo siento, pero estaba en el baño y no estoy presentable para abrirle. ¿Puede dejar mi cena en la puerta? ¡Ah!, por cierto, espero que haya traído el pastel de chocolate que le pedí.
- ¿Su pastel de chocolate? ¡Ah!, claro, se refiere a la mus de chocolate, claro, sí, por supuesto aquí está.
- Estupendo, deje mi cena a la puerta, por favor.
- Si quiere vuelvo más tarde. Si le dejo aquí la cena se le quedará fría y...
- No, no importa, me gusta la comida fría.
- De acuerdo, señorita, si así lo desea... Que tenga buenas noches.
- Gracias, muchas gracias.
Ya está, Juan ha comprendido que me pasa algo y actuará en consecuencia. Seguro que recuerda que soy alérgica al chocolate y que la comida me gusta caliente.
- Bien, muy bien. Eres una estupenda actriz. Ya estamos solos. Vamos a ver qué has pedido de cena. Y esa mus de chocolate...
- No, espera un poco. No ha dado tiempo para que el camarero se vaya. Si abres ahora y te ve...
- Si me ve no pasa nada. Pensará que estabas acompañada y has puesto un pretexto de monja. Jajajajaja, será divertido ver la cara que pone...
- Por favor, Pedro, no lo hagas, no tires por tierra mi reputación.
- Jajajajaja ¿tú reputación? Pero tú en qué año vives y... además ¿qué te pasa?, hace sólo un par de días no habrías dicho una tontería tan grande. A ti te pasa algo.
- Por favor, Pedro, no insistas. No me pasa nada que tú no sepas. Clara está muerta y yo estoy muy afectada. Era mi amiga, mi única amiga.
- Si era tu mejor amiga.. ¿por qué no la conozco?
- Porque ha estado fuera del país los últimos meses. Pero es la verdad. Te estoy diciendo la verdad.
- Y por qué no me dijiste nada cuando fui a tu despacho.
- Porque no lo sabía, lo supe más tarde.
- Mientes. Ha sido un buen intento, pero no cuela. En tu despacho tenías la misma expresión que ahora. Allí era el trabajo y ahora es tu amiga que está muerta. Mentira, todo lo que me estás contando es mentira. Te vas a enterar.
- No, por favor, no me hagas daño. Me duele el brazo, me duele mucho. Por favor..
- Tú me has tomado por tonto o algo peor ¿verdad?
- No, te juro que yo... por favor, me haces daño, deja...
- Ahora vamos a abrir la puerta los dos juntos y si tu cena no está esperando al otro lado, te mato.
Ayer y hoy (45)
45
No voy a preocuparme más. Subo a la habitación y ya está. No sé qué hacer... (dile al recepcionista que si viene el señor Juan Delavert le diga que suba a tu habitación) no voy a decir nada en recepción, lo mejor es que le mande el número de la habitación a través de un SMS, de esta forma no tiene que preguntarle a nadie y pasará más desapercibido. Le diré también que tenga mucho cuidado (no eso no hace falta, Juan sabe defenderse bien y es muy precavido), de todas formas... se lo diré, así me quedo más tranquila.
Ya está, estupendo. Él vendrá directamente a la habitación, sin perder tiempo, sin levantar sospechas. ¿Y la llave? (seguro que la tienes en el bolso), sí, eso es, aquí está. Ya queda poco para ver a Juan. No sé qué pasará cuando le vea, no sé si podré aguantar la tentación de abrazarle, besarle. Sentirle cerca, solos, en la habitación,... En fin, sólo faltan unos segundos para que Juan esté aquí.
Abriré la puerta de la habitación, me quitaré los zapatos de tacón, que me están matando, y esperaré. Eso es lo que haré.
- Pero...
- Pasa y cierra la puerta.
- ¿Qué haces en mi habitación? Tú no puedes...
- ¿Qué es lo que no puedo? Jajajajajaj, eres una zorra de las peores, ¿así me recibes?, ¿así recibes a tu futuro esposo?, jajajajaja
- Suéltame, por favor, me estás haciendo daño.
- Jajajajajaja, ¿qué te hago daño?, jajajajaja, ni se te ocurra intentar librarte de mí, porque si lo hacer te encontraré, te haré la vida imposible, te mataré, jajajaja
- Yo, no, ¡por favor!, suéltame, no puedo respirar.
- ¿Por qué no me has llamado?, ¿por qué no has contestado a mis llamadas?, ¿por qué no has ido a tu casa?, ¿por qué estas en un hotel sin decirme nada?
- Yo, es que, ha muerto Clara, mi mejor amiga y....
- Y a mi qué me importa. Además... ¿quién es Clara?, nunca me has hablado de ella.
- ¿No la conoces?, yo pensé que tú la conocías.
- ¿Por qué supones que yo la conocía?
- No sé, yo, es que...
- Ya veo, desde esta mañana estás rarísima, no quieres verme, no sabes nada, pero... ¿qué mierda te pasa? Estas con otro, es eso ¿no?
- Suéltame por favor, suéltame.
- Contesta, joder, contesta ¿estas con otro, si o no?
- Yo no, no sé qué quieres decir, no puedo... me haces daño ¡suéltame!
- Te soltaré si me prometes que no vas a gritar, que no vas a salir corriendo, que me vas a contar qué es lo que está pasando aquí.
- Vale, pero suéltame, te lo suplico.
- Está bien.
- Gracias.
- Jajajajaja ¿gracias?, no sabía que eras tan considerada, jajajaja Pero cuéntame, estoy deseando saber qué es lo que te pasa, por qué actúas como si no me conocieras, como si hubieses olvidado nuestros encuentros, nuestro planes, como si quisieras deshacerte de mí.
- Es que... mi amiga Clara está muerta y su hermano...
- Que no me hables de muertos, ni de hermanos, ni de nada de eso, que me digas por qué no me has llamado, por qué me huyes.
- Es lo que intento decirte. Pero...
- Pero nada. Estás intentando engañarme y a mi nadie me han engañado en mi puta vida ¿me estás escuchando?, en mi puta vida. Si intentas engañarme lo pagarás caro.
- No te engaño, es la verdad, tienes que confiar en mí. Y ahora márchate ¿de acuerdo?
- Jajajajaajajaja, ¿qué me marche? Jajajaja ni lo sueñes. Seguro que quieres dejarme tirado y por eso... Claro, ya lo entiendo, seguro que has quedado con alguien en el hotel... ¡zorra!, eres una zorra. Es eso lo que pasa ¿verdad?, contesta.
- Me haces daño, me estás haciendo mucho daño. Yo... no... puedo.
- Calla y escucha. Están llamando a la puerta. Entonces es cierto, tú esperas a alguien ¿no?
- Yo, no... ¡ay! me haces mucho daño. Suéltame.
- Ni se te ocurra llorar. Te voy a soltar y vas a ir despacio hasta la puerta y vas a preguntar que quién llama y sea quién sea le vas a decir que estás muy cansada y que se vaya, que te deja descansar tranquila ¿de acuerdo?
- Sí, de acuerdo.
- Adelante. No olvides que estoy aquí y mira lo que tengo en la mano.
- Pero... ¿qué haces con una pistola?
- Ya te lo he dicho: te mataré si intentas algo. Y ahora adelante, que quien llama está impaciente por entrar.
- Sí ¿quién es?
- Servicio de habitaciones ¿puedo pasar?
sábado, 15 de octubre de 2011
Ayer y hoy (44)
44
Juan vendrá dentro de unos minutos. Podré verle, hablar con él, sentirle cerca, decirle cuánto lo echo de menos (tienes que pedirle perdón, disculparte, decirle que él tenía razón, que tu forma de vida te ha llevado a un lugar en el que no sabes quién eres, qué te está pasando, decirle que... ), no, no, no puedo caer en los mismo errores de siempre, no puedo hablarle de mi, tengo que hablarle de la muerte de Clara, de la carta que me escribió antes de morir, del accidente, la autopsia, las fotografías, lo que hemos hablado su hermano y yo (tienes que hablarle también dile que no recuerdas nada de lo que te ha pasado en los dos últimos meses, ¿cómo justificarás sino tu comportamiento con él?), si le cuento lo que me pasa creerá que miento, pensará que es un excusa, creerá que vuelvo a contarle inventos, como antes, como la última vez (te quiere, Isabel, ese hombre te quiere, sabrá que le estás diciendo la verdad, te comprenderá, te ayudará), antes me quería, pero ahora... no estoy tan segura. Esa mujer, él estaba con una mujer. Tal vez sea demasiado tarde para que haya un nosotros, pero al menos no le quiero perder como amigo (el no quiere ser tu amigo, él quiere ser algo más), eso era antes, pero ahora, esa mujer... (esa mujer no le importa tanto como tú, de lo contrario ¿por qué quiere dejarla para venir corriendo a hablar contigo?), viene a verme porque quiere saber lo que le ha pasado a Clara, también era su amiga.
No sé que hacer, no sé si esperarle aquí o en la habitación. Además, tal vez debería cambiar de hotel. Si el hombre que está siguiendo a Adela forma parte de algo relacionado con nuestro trabajo, tal vez también me estén siguiendo a mi. Tal vez ponga en peligro a Juan y... (no, Isabel, no debes preocuparte, seguro que lo que le pasa a Adela tiene que ver con su divorcio, no veas fantasmas por todas partes), no, Juan no, no quiero ponerle en peligro. Tal vez sea mejor esperarle en la habitación. Sí, así no le verá nadie hablando conmigo. Le llamaré para decirle el número de mi habitación, así no necesita preguntar en recepción. Según están las cosas, tengo que tomar precauciones.
¡ Vaya!, qué sorpresa, Pedro Villar del Álamo ha dejado de llamar. Su última llamada es de hace quince minutos. Tal vez se haya dado por vencido (tienes que hablarle a Juan de él, contarle lo que pasa, decirle que no sabes por qué él piensa que tiene algo que ver contigo, que...), no quiero hablar con Juan de ese tipo (pero Juan sabe que tú estás con él, hace un momento, por teléfono, te hablo de “ese chulo putas con el que andas últimamente” seguro que se refiere a Pedro Villar del Álamo), sin embargo... es cierto, seguro que le conoce, que nos ha visto juntos. Todo esto es una locura, Juan no creerá nunca que no recuerdo nada, que no conozco a Pedro Villar del Álamo, que sólo lo he visto dos veces en mi vida a pesar de que las apariencias digan lo contrario. No me creerá, todo me acusa, sin embargo es la verdad (él te quiere, te creerá, tienes que contárselo todo, él es un investigador de los mejores, seguro que comprende que algo grave te está pasando y...), no sé que hacer, pero tal vez tengas razón, no quiero que haya más secretos entre él y yo.
Dentro de unos minutos Juan estará aquí, a mi lado, hablaremos, le contaré todo lo que sé acerca de la extraña muerte de Clara, de lo que le pasa a Adela, de lo que me pasa a mí, le contaré lo que he soñado, lo que pienso, lo que siento. ¡Dios mío!, todo esto parece una pesadilla. Echo de menos la época en que Juan y yo nos conocimos, entonces todo era más sencillo, más claro, menos problemático. Los dos éramos jóvenes, estábamos muy enamorados y vivíamos el amor intensamente. Recuerdo su ternura, sus manos, sus caricias, sus besos. Recuerdo la pasión de nuestros encuentros, lo bien que lo pasábamos juntos.
Luego todo cambió, el trabajo (tú trabajo, Isabel, el tuyo) comenzó a separarnos (demasiada ambición, querías llegar la primera a todo, ¿no lo recuerdas?, comenzaste a llegar tarde a tus encuentros con él, a no llegar, a...), es cierto, mi trabajo. Lo he dado todo por ese trabajo y ahora... ni siquiera sé lo que está pasando. El expediente Hurtado, por ejemplo. Tengo que hablarle a Juan del expediente Hurtado, sin embargo... no sé nada de él, pero mañana lo revisaré todo con lupa.
Pasa el tiempo, Juan está a punto de llegar. Tengo que llamarle, decirle que le espero en la habitación, avisarle de que me siento perseguida de que tenga mucho cuidado.
- ¿Juan?
- ¿Isabel?, te escucho mal, estoy dentro del aparcamiento y no tengo buena cobertura.
- Te espero en la habitación..
- No sé lo que dices, voy a colgar, estoy justo al lado de tu hotel. Nos vemos en unos minutos.
- Juan, ¡Juan! (¡mierda!, ha colgado)
jueves, 13 de octubre de 2011
Ayer y hoy (43)
43
Es él, está al otro lado del teléfono, por fin (contesta, Isabel, contesta, no dejes que pase el tiempo, si cuelga tal vez no responda cuando llames de nuevo), tengo que contestar, pero... ¿quién es esa mujer?, Juan no tiene hermanas (tal vez sea una prima, una amiga, una novia, eso no importa, contesta Isabel), no sé qué decirle, no sé qué hacer.
- Por qué no contestas, sé que eres tú, Isabel. Voy a colgar ¿vale?
- Sí, soy yo.
- ¡Vaya!, por fin.
- Necesito verte, hablar contigo.
- ¿De verdad?, ¿pretendes que te crea?
- Sí, Juan, necesito que me creas. Necesito hablar contigo.
- ¿Por qué tendría que creerte? La última vez que intenté verte dejaste muy claro, a través de tu secretaria (tú no te dignaste en decírmelo personalmente) que no volviese a molestarte en la vida.
- Yo... lo siento Juan, te pido disculpas, últimamente no me he portado muy bien contigo, pero te necesito, tienes que creerme.
- Me gustaría creerte, Isabel, ya lo sabes, pero no puedo, no debo, no quiero volver a las andadas.
- No es lo que crees. De verdad, Juan, te necesito, te necesitamos.
- ¿Me necesitáis?, ¿estás hablando en plural?, ¿tu ego ha crecido tanto que hasta utilizas el plural mayestático?, no me lo puedo creer. ¿Quienes me necesitáis?, ¿tú y ese chulo putas con el que anda últimamente? Por favor, Isabel, réptetare un poco más a ti misma o terminarás mal.
- No, no es eso. Sé que todo lo que me digas me está bien empleado. Pero no es eso.
- ¿Ah no?, ¿entonces qué es?, ¿Están en un lío y quieres que el tonto de Juan te saque de él y luego si te he visto no me acuerdo?, pues te aseguro que estoy cansado, ahora soy yo el que está cansado de tus problemas importantes que terminan siendo paranoias y rabietas de niña mimada.
- Clara a muerto, Juan. Pedro y yo necesitamos tu ayuda profesional.
- Excusas, siempre tienes algo que... ¿cómo?, repite lo que acabas de decir.
- ...
- ¿Estás llorando?
- ...
- Isabel. Isabel habla, contesta, no llores por favor, no llores.
- Lo siento Juan, lo siento, tal vez no tendría que haberte llamado pero...
- ¿De verdad está muerta Clara?
- Sí, Juan, está muerta. Estoy destrozada.
- ¿Estás en casa?, ¿quieres que vaya para ya y hablamos?
- No, Juan, no estoy en casa, estoy en un hotel.
- ¿En un hotel?, no importa, si quieres voy ahora mismo y me lo cuentas todo.
- ...
- No llores Isabel, por Dios, no llores. Envíame un SMS con el nombre y la dirección del hotel y voy a verte.
- Pero... ¿qué dirá la mujer que ha contestado antes al teléfono?
- Tú no te preocupes de nada ni de nadie. Deja de llorar, tómate una infusión de esas relajantes que tanto te gustaban y espérame ¿de acuerdo?
- De acuerdo, Juan, aquí te espero.
miércoles, 12 de octubre de 2011
Ayer y hoy (42)
42
Algo muy gordo le pasa a Adela. Se ha marchado corriendo, huyendo, su cara era la imagen de alguien aterrorizado. ¡Mierda, mierda, mierda!, ¿qué la pasa realmente? (no te engañes, Isabel, no te engañes, sabes perfectamente que lo que le pasa tiene que ver con lo que te pasa a ti, algo que está pasando en vuestro trabajo), ¿el trabajo?, ¿el marido? Y quién será ese hombre que ha salido de aquí tras ella? Tengo que leer el informe Hurtado. Pero... ¿dónde está? Se lo ha llevado, no quiere que sepa de qué se trata. Tal vez debería ir ahora mismo a la oficina y revisarlo, o ir a la casa de Adela y pasar allí con ella la noche, estaba muy asustada, o llamar a la policía y contarle todo... No, no puedo ir a su casa ni llamar a la policía. ¡Mierda!, estoy hecha un lío (vete a dormir, Isabel, mañana será otro día), no podré dormir en toda la noche, lo sé. Subiré a la habitación y leeré la carta de Clara, luego volveré a llamar a Juan. Eso es, lo que necesito realmente es llamar a Juan.
“Querida Isabel, si estás leyendo esta carta es que estoy muerta. No puedo contarte todo lo que he pasado los últimos meses, porque ni yo misma lo sé. Hoy, de pronto, me he despertado en un lugar extraño y no recuerdo por qué estoy aquí. En este lugar hay muebles que no conozco, ropa que yo no he comprado nunca, fotos terribles en las que estoy yo pero en las que no me reconozco.
Por todas partes está tu nombre. Tengo miedo por mí, por ti, por todo. Voy a escaparme, quiero ir a verte y pedirte ayuda. He querido llamarte pero aquí no hay teléfono y no sé qué han hecho con mi teléfono móvil.
Quiero que sepas que oigas lo que oigas o leas lo que leas sobre mí, es mentira o no tiene que ver conmigo. Ten cuidado, ten mucho cuidado.
Me persiguen, me amenazan y tengo la sensación que tú también estás en peligro. Estoy aterrorizada. Eres mi mejor amiga. Te quiero, no lo olvides.”
Dios mío, qué es esto, Clara también. Es real, no es un sueño. En esta carta ella me cuenta algo parecido a lo que me ha pasado a mi. Tengo que llamar a Juan. Sólo él puede ayudarme. Ahora parece que hay señal.
- ¿Dígame? (es la voz de una mujer, ¿quién puede ser?)
- ....
- ¿Diga?, ¡hay alguien ahí?
- ¿Puedo hablar con Juan Delavert, por favor?
- ¿De parte de quién?
- ....
- Oiga, oiga, no la escucho.
Tengo que colgar, no sé quién es la mujer que tiene el teléfono de Juan. Tal vez sea una amiga, una amante, una novia. Pero... Sí, Juan está con ella, le está preguntando algo y...
- ¿Oiga? (Dios mío es él, tengo que contestar, tengo que decir que soy yo, que necesito hablar con él, pero... no puedo)
- ....
- Isabel, ¿eres tú?
lunes, 10 de octubre de 2011
Ayer y hoy (41)
41
- Tranquila, Adela, tranquila, no se preocupe, necesita tranquilizarse y descansar ¿quiere quedarse esta noche en el hotel?
- No, señorita, no estaría bien.
- ¿Por qué no? Pedimos una habitación para usted y se queda aquí. Así no estará preocupada por el coche negro.
- ¿Usted cree?
Sería estupendo que Adela se quedase aquí, en el hotel. Podríamos seguir hablando y de esta forma me contaría más cosas (no la presiones, Isabel, si la presionas no te contará nada) tengo que intentar que se tranquilice, que no se preocupe y que confíe en mí.
- Por supuesto, Adela. Si se queda podemos hacernos mutua compañía. Además, podría contarme de que va el expediente Hurtado, eso me ayudaría mucho, ¿qué le parece?.
- ¿El expediente Hurtado?
- Sí, claro, así mañana el trabajo de revisión de documentos será más fácil para mí. Usted lo conoce, me puede poner en antecedentes ¿de qué trata?, ¿qué gestiones hemos realizado?, ya sabe lo habitual.
- Será mejor que le deje el informe que elaboré esta mañana y me marche.
- Pero ¿por que?, usted misma me dijo que sin sus hijos en casa, estaba a mi entera disposición.
- ....
No sé qué pensar ¿es posible que el marido haya contratado a un detective para seguir a Adela? De verdad encaja en esta historia esa posibilidad (yo creo que no, Adela, lo que pasa aquí es otra cosa que debes intentar adivinar), sí, es cierto, aquí pasa otra cosas, pero... ¿qué? (ella misma ha dicho que lo que le pasa está relacionado con el trabajo, investiga, puede ser importante); tal vez todo tenga que ver con el expediente Hurtado o con otros trabajos.
- Quédese, si no quiere hablar del expediente Hurtado, hablamos de otros expedientes que hayamos instruido en el despacho últimamente ¿de acuerdo?
- ...
- Y si no quiere hablar de trabajo podemos hablar de lo que usted quiera. Quédese, Adela, por favor. Estaré más tranquila sabiendo que usted está cerca de mí.
- ...
- Adela, está muy callada.
- Tengo que marcharme a casa. Lo siento señorita, pero tengo que marcharme a casa.
- Adela no se vaya. Pero si no hemos terminado de cenar ¿no quiere tomar un postre?
- ...
- Podemos tomar una infusión, si no quiere tomar postre. Es estupendo tomar una infusión antes de ir a dormir, conozco una que es muy relajante y ayuda a dormir ¿qué le parece?
- ....
- Adela, se está quedando pálida, ¿qué le pasa?
- ...
- ¿Qué está mirando?
- ¡Dios mío!, está ahí, está ahí.
- ¿Quién está ahí?, Adela.
- Que no me vea, por Dios, no quiero que me vea.
- Adela, conteste ¿quién no quiere que la vea?
- ...
- Espere Adela, ¡espere!, ¿a dónde va?
Ayer y hoy (40)
40
- La oficina era antes otra cosa, otro lugar. Trabajaba junto a usted pensando que nuestro trabajo servía para algo. Durante todo el tiempo anterior pasaron por nuestras manos expedientes importantes, la forma en que los abordábamos era imaginativa y gracias al esfuerzo de todo el equipo, dirigido por usted, los resolvíamos con nota. Cuando terminábamos de instruir un expediente lo celebrábamos de forma sencilla: un café con pastas, pero de las buenas, decía usted. Era emocionante comprobar que lo que en un primer momento nos parecía imposible, poco a poco, gracias a su capacidad directiva y al esfuerzo de todos nosotros, era posible.
- Siempre ha sido así, Adela, y en ese empeño, sus cualidades técnicas, sus ideas y aportaciones han sido muy importantes.
- Eso me decía siempre y saberlo me animaba a ser cada vez mejor secretaria. Me sentía útil y respetada. Mi trabajo no era una cruz (como es ahora) sino algo que merecía la pena.
- ¿Y ya no?, ¿dígame qué ha cambiado además de mi humor?
- Todo, Isabel, todo ha cambiado. Ya nada es como era y yo... me siento perdida. No sé qué hacer, cómo actuar. No duermo bien, no me apetece comer, incluso mis hijos lo han notado. Hace una semana se los han llevado mis padres. Incluso he llegado a pensar en la muerte. No encontraba otra salida.
- ¡Madre mía!, Adela, lo que me dice es terrible, terrible. La muerte nunca, me oye, nunca. No tenía ni idea, se lo aseguro, ni idea de lo que estaba sufriendo.
- Hoy ha sido distinto, por primera vez, usted parece la misma de antes y yo... he pensado que debería contarle todo lo que sé, lo que intuyo... Pero... no sé si podré, no sé si si seré capaz. Tengo mucho miedo.
- ¿Qué teme?, de qué tiene miedo. No va a pasar nada. Me diga lo que me diga todo quedará entre nosotras. Se lo aseguro.
- No puedo, de verdad, no puedo. Tal vez mañana, o pasado mañana.
- Está bien, Adela, no voy a insistir. Tiene derecho a guardar silencio. Pero le aseguro que estoy de su parte, sea lo que sea que ha pasado estos dos meses no volverá a suceder.
- ¿Cómo puede estar tan segura?, ¿cómo puedo saber yo que esta amabilidad suya de hoy no es una forma de que confíe en usted y sonsacarme?, ¿cómo creerla después de todo lo que ha pasado? Tal vez si le cuente todo lo que sé me denuncie, se invente algo contra mí o me haga algo peor.
- ¡Por Dios, Adela, no diga esas cosas!
- No meta a Dios en esto, Isabel, estoy viviendo un infierno estos dos últimos meses, se lo aseguro. Hoy, en realidad, no había venido a buscar el informe del expediente Hurtado que elaboré para usted esta mañana, había venido a decirle que me despido, que quiero dejar el trabajo, que prefiero limpiar por las casa a seguir sufriendo tanto. Porque, además de todo, de sus malos modales conmigo, de los expedientes incomprensibles, lo que pasa es que...
- ¿Pero hay más?
- Sí, hay más, me siento perseguida, espiada, en el trabajo, en la calle, incluso en casa.
- ¡Por favor!, Adela, no sea paranoica.
- Es cierto, Isabel, alguien me sigue desde hace unos días, hay un coche negro enfrente de mi casa que antes no estaba y ahora está todos los días.
- Puede que haya venido un vecino nuevo a vivir a su barrio ¿no le parece?
- ¿Un vecino que se queda toda la noche dentro?
- Pero... ¿qué me está diciendo?, ¿dentro del coche?, ¿cómo lo sabe?
- Por qué no puedo dormir, ya se lo he dicho. Paso mucho tiempo mirando por la ventana, procurando no ser vista, y compruebo que hay alguien dentro del coche.
- ¿Lo comprueba?, ¿cómo?
- Porque fuma, enciende un cigarrillo tras otro y mira hacia mi ventana. No me ve porque yo no enciendo la luz, no fumo. Le veo a través de los visillos.
- Lo que me está contando es muy grave, Adela. No ha pensado que podría ser su marido, por lo del divorcio, ya sabe.
- Lo pensé al principio, pero un día vi a la persona del coche, salió un momento y lo ví, no era mi marido, era otro hombre, vestía traje oscuro y corbata. Mi marido no era aquel hombre se lo aseguro.
- También podría ser un detective privado.
- No, imposible, ¿quién me iba a poner a mi un detective y por qué?
- Tal vez su marido. Un detective privado que encuentre pruebas contra usted para poder quitarle a los niños en el juicio por divorcio.
- No, imposible, él no. No creo ¡Dios mío! ¡Mis hijos noooo!
sábado, 8 de octubre de 2011
Ayer y hoy (39)
39
Tengo que conseguir que Adela me cuente lo que le pasa. Estoy segura de que algo va mal en la oficina, algo que tiene que ver conmigo, con nosotras. Algo inexplicable. Para conseguir que me lo cuento tengo que actuar con mucha cautela ganarme su confianza, como antes. Adela ha sido siempre la secretaria ideal: eficaz, dispuesta, inteligente, ordenada. Una persona en la se puede confiar. No sé lo que ha podido suceder en los dos últimos meses, no sé lo que me ha pasado a mi en esos meses, no sé lo que me está pasando. Pero sea lo que sea es importante. Y sea lo que sea nos ha afectado, nos está afectando mucho a las dos, a nuestra relación, a nuestro trabajo.
- En primer lugar vamos a pedir la cena y luego hablamos.
- Lo que quiera. Yo no he cenado, pero no tengo mucho hambre, no crea.
- Eso es porque sigue nerviosa, preocupada.
- A mi con las preocupaciones se me quita el hambre.
- Pues yo estoy hambrienta.
- Entonces... ¿usted no está preocupa?
- Sí, Adela, un poco y sobre todo estoy triste, acaba de morir mi mejor amiga. Pero a mi me pasa lo contrario que a usted, a mi los disgustos me dan hambre.
- La señorita Clara era muy amable y muy simpática. Siento mucho que esté muerta. Los accidentes de tráfico son terribles.
- Sí, tiene razón, terribles.
- Su hermano estaba muy afectado al teléfono.
- Es lógico, además era su única hermana.
- ¿Y sus padres?
- No he visto a sus padres, los veré mañan, en el funeral.
- ...
- Adela, la voy a proponer que hoy, esta noche, mientras cenamos, volvamos a hablarnos de tú, como antes. Nosotras no éramos simplemente jefa y secretaria, éramos personas que trabajábamos juntas en estrecha colaboración. Usted no era sólo mis secretaria, también era mi colaboradora, me exponía sus puntos de vista y yo...
- Usted me dijo un día que todo tenía que cambiar. Y... eso fue lo primero que cambió. Me buenas a primeras, me hizo saber con palabras muy duras (que no voy a repetir), que yo no era nadie para opinar, que me limitase a obedecer, a ejecutar sus órdenes.
- ¿De verdad? No es posible que dijese algo así.
- Yo tampoco lo podía creer, pero lo hizo, me humilló, me ha humillado una y otra voz durante los dos últimos meses.
- Disculpa, Adela, lo siento muchísimo. No era yo, me había convertido en otra persona y quiero averiguar por qué.
- Tiene razón, usted no parecía usted, parecía otra persona. Lo mismo pensé yo al principio. También pensé que tal vez tenía una hermana gemela que estaba trabajando en su lugar por algún motivo que yo desconocía. No podía encontrar explicación a ese cambio tan grande conmigo y con todo. Pero era usted, seguro. Llevo mucho tiempo trabajado a su lado y sé perfectamente que esa persona tan opuesta a lo que siempre había sido, seguía siendo usted y al mismo tiempo era otra persona. Tenía el mismo cuerpo, pero otro humor, otras actitudes, otra manera de comportarse, incluso otra forma de trabajar. Estaba siempre enfadada, irascible, excitada. No sé cómo explicarle...
- Le pido que me perdone. Lamento profundamente todo lo que ha sufrido por mi culpa. Pero ahora... míreme, Adela, soy la misma de antes, usted misma lo ha dicho, deberíamos volver a llamarnos de tú.
- Lo siento, señorita, pero si no le importa prefiero seguir llamándola de usted. No puedo olvidarlo todo en unas horas. No quiero que vuelva a cambiar y me humille de nuevo. Pero usted puede llamarme de tú si quiere.
- Está bien, Adela, tal vez más adelante consigamos tener la confianza que hemos perdido.
- Eso espero.
- De todas formas... ¿me contará lo que le preocupa?
- Sí. No quiero volver a casa hasta que le cuento todo lo que debo contarle, lo que necesito contarle.
- ¡Estupendo!, la escucho.
viernes, 7 de octubre de 2011
Ayer y hoy (38)
38
No sé lo que le puede pasar. Pero le pasa algo. Se ha quedado pensativa y no responde a lo que le pregunto. Esto es lo que me faltaba para completar un día largo, demasiado largo. Además, estoy hambrienta, rendida, asustada y tengo sueño.
- Adela, ¿qué le pasa?
- No es nada, señorita, es sólo que estaba preocupada y...
- ¿Por qué llora? Definitivamente le pasa algo y tiene que contármelo.
- No sé, si es que... ¡Dios mío!, no puedo, yo..
- Ahora mismo usted y yo vamos a cenar y hablaremos, tranquilamente de lo que le preocupa. Encontraremos una solución, seguro, todo tiene solución, menos la muerte.
- Cenar, no, yo no quiero que usted...Es que, lo que pasa es... seguro que son suposiciones mías. Porque... no, no puede ser. Lo siento, creo que es mejor que me marche a mi casa.
- Vale, no se preocupe, se marchará a su casa, pero un poco más tarde. ¿Ha cenado?
- Yo, no, no he cenado, pero...
- Nada de pero. Ahora mismo las dos vamos a cenar. El restaurante del hotel está abierto, cenaremos y hablaremos. Usted me cuenta lo que quiera contarme. No la voy a presionar, sólo quiero que se encuentre cómoda, sabiendo que nada de lo que me diga lo voy a utilizar en su contra, nunca. ¿entendido?
- De acuerdo.
- Vamos, Adela, no olvide el bolso. Ya verá como nos sentimos mucho mejor cuando comamos algo.
¿Qué puede ser lo que le preocupa tanto a Adela? (seguro que es algo del trabajo, el expediente Hurtado me huele mal) ¿el expediente Hurtado?, tengo que revisar ese expediente minuciosamente. Pero... ¿por qué un expediente habría de preocuparle tanto a mi secretaria?, no tiene ningún sentido. Sin embargo, nunca la había visto así. También pueden ser problemas personales, si mal no recuerdo se separó hace menos de un año. Tiene que trabajar y atender a los hijo ella sola. Algunas separaciones son muy problemáticas. ¡Mierda!, ¿será una mujer maltratada? (no, Isabel, no, sus preocupaciones tienen que ver con el trabajo, de lo contrario por qué vendría aquí, a hablar contigo), es cierto, seguro que es algo del trabajo, además, antes nos tratábamos de tú y ahora ha insistido en el tratamiento de usted. En fin, ya veremos qué me cuenta.
- ¿Nos sentamos aquí? Yo creo que aquí estaremos bien.
- Donde usted quiera estará bien. Además, yo no debería estar aquí porque...
- Usted está aquí y es mi invitada. Olvídese de tonterías ¿vale?
- Gracias, ¿puedo decirle algo?
- Por supuesto, puede decirem lo que quiera.
- Me alegra mucho que haya vuelto a ser la que era.
- ¿La que era? Explíquese. No sé lo que quiere decir pero hable con sinceridad.
- Me refiero a... no sé si debo.
- Diga lo que quiera decir. Cuando nos levantemos de esta mesa las dos nos olvidaremos de lo que hayamos hablado ¿de acuerdo?
- De acuerdo.
- Entonces hable sin miedo.
- Me refiero a que los dos últimos meses no ha sido la misma persona que era antes. Usted siempre era muy amable conmigo, pero durante todo este tiempo está-estaba siempre de mal humor. Me amenazó en varias ocasiones con despedirme si no le conseguía inmediatamente lo que me estaba pidiendo.
- ¿De verdad? Cuanto lo siento.
- ¿No se acuerda? Hoy es de nuevo la misma de antes. Pero... los últimos dos meses han sucedido cosas que... si no fuese porque no podía permitirme perder el trabajo, me habría despedido a mi misma.
- Lo siento, Adela, la pido disculpas, pero...
- ¿De verdad no se acuerda de nada? Ya le he dicho que debería consultar a un médico. No quiero alarmarla pero una hermana de mi marido le pasó una cosa parecida a lo que le está pasando a usted y tuvo que ir al siquiatra. Le dijeron que tenía una enfermedad mental. Disculpe, señorita, no es que piense que usted está loca es que...
- Jajajaja, no se preocupe, hable sin miedo, ¿qué enfermedad mental tenía su cuñada?
- Le dijeron que tenía un tac o tab, algo así, un trastorno afectivo. Fíjese a lo que se puede llegar con los problemas del corazón, ella se estaba separando y...
- Jajajajajajaja,
- ¿Por qué se ríe?, usted también ha tenido últimamente trastornos afectivos. Ya sabe a lo que me refiero, menudo lío, que si uno, que si el otro,...
- Me río porque me hacen gracia sus suposiciones. Imagino que lo que le diagnosticaron a su cuñada es un TAB, trastorno afectivo biplolar, lo que antes se llamaba psicosis maníaco-depresiva.
- Eso es, algo así. Y usted cómo lo sabe.
- No olvide que soy licenciada en Sicología LDboral, además de licenciada en derecho.
- Claro, es verdad. Entonces...
- Entonces no se preocupe, que no estoy loca. Jajajajajajaja Y ahora cuénteme lo que realmente le preocupa, lo que le ha traído aquí.
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