jueves, 27 de octubre de 2011
Ayer y hoy (52)
52
No creo en las casualidades. Sobre todo cuando se producen todas juntas, cuando algo no cuadra, cuando los acontecimientos hablan de otra cosa. ¿Es casual que justo cuando necesitas algo lo encuentres? (¿y por qué no?, a ti te ha pasado algunas veces y no has encontrado otra explicación que la casualidad y porque no crees en los milagros, sino habrías pensado que era una casualidad milagrosa), no me hagas reír, ¡una casualidad milagrosa!, jajajaja, lo que me faltaba. Las casualidades muy casuales y como tú dices , casi milagrosas, no existen. Más bien creo que hay muchas casualidades premeditadas.
Hace más de diez años que no veo a mi padre y ahora está aquí, él, el super conocido señor Inciarte está aquí. ¿Es una casualidad?, lo dudo mucho. Alguien le ha dicho que yo estaba en el hotel, pero ¿quién?, ¿por qué? No sé qué hacer. Se dirige a recepción. Estoy perdida. Tengo que salir de aquí inmediatamente.
- ¿Hay una puerta trasera en el hotel?
- Sí, claro que sí.
- Pues vamos salgamos por esa puerta.
- Mire, señorita, a la puerta de atrás se llega por ahí. Vaya saliendo mientras voy a por el coche. Ahora insisto en ser yo el que la lleve a donde quiera ir. Sé que le pasa algo, se ha puesto blanca al mirar a... ¿su padre?, ¿el señor Inciarte es su padre?
- Sí, pero por favor, no diga nada, no quiero verle, no ahora. ¡Ayúdeme, por favor!
- De acuerdo, no se preocupe. Salga por la puerta de atrás y espéreme. Yo voy a ver que quiere su padre y me reúno con usted en un momento
- Gracias.
No sé si fiarme del gerente del hotel. Seguro que mi padre le cuenta una película y él se la cree, menudo es mi padre. El gerente vendrá con mi padre, seguro. No voy a esperar, saldré a la calle y pediré un taxi (deberías ir al encuentro de tu padre, él te puede ayudar, Juan y él son las únicas personas que pueden ayudarte y lo sabes), eso es, tal vez le haya llamado Juan, seguro que le ha dicho que estoy aquí. Pero... ¿por qué?, no, no lo creo, Juan no le ha llamado (es una casualidad, Isabel, no le des más vueltas, es una casualidad que debes aprovechar; debes ir al encuentro de tu padre y contarle lo que te pasa), no, no puedo hablar con él, aún no estoy preparada para hablar con él.
Eso es, lo que tengo que hacer es tomar un taxi para ir a la oficina. Así lo haré (¿y si el taxista que tomas es el mismo de ayer?) sería mucha casualidad que el taxista fuese el mismo de ayer y yo no creo en las casualidades. Ahí viene uno.
- ¡Taxi!
- Buenos días, señorita, a dónde quiere ir.
- A la Torre de Cristal, ¡por favor!
- ¿Por dónde quiere que la lleve?, el tráfico hoy está imposible.
- Por donde lleguemos más rápido, tengo mucha prisa.
Ahí están los dos, el gerente y mi padre. Lo sabía, estaba segura. Mi padre puede conseguir lo que se proponga. Y ahora, anotará la matrícula del taxi, llamará a la central y tratará de localizarme. Estoy segura de ello. Tengo que actuar de inmediato.
- Pare, por favor, pare, me bajo aquí, he olvidado que quiero pasar por el banco.
- Quiere que le deje aquí mismo, en mitad de la calle.
- No, déjeme ahí, junto al banco.
- De acuerdo, pero desde aquí no podrá ir andando a la Torre de Cristal ¿quiere que la espere?
- No gracias, no sé cuánto voy a tardar. Tenga, el importe de la carrera, quédese con el cambio...
- Pero... ¿está segura?, gracias.
-...
- ¡Oiga!, señorita, espere, ¡espere! Pero, la entrada al banco es por ahí, señorita, ¿a qué banco quiere ir?, ¡espere! me llaman de la centralita, alguien pregunta por usted.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Supongo que, a estas alturas, no tendrás dudas de mi fidelidad lectora. Jajajaja.
ResponderEliminarNo sé de donde sacas tiempo para tanto.
Besos y versos
Por supuesto, Luis, eres el único lector fiel, que deja su comentario. Tienes razón, estoy en mil historias a la vez, pero... así soy yo, no puedo hacer nada por cambiar. Besos y versos, querido amigo
ResponderEliminar