sábado, 1 de octubre de 2011

Ayer y hoy (33)

33

Clara, mi mejor amiga, mi única y verdadera amiga, la persona más buena del mundo. Clara, la que siempre sabía lo que había que hacer, la que me encontraba cuando estaba perdida, la que me escuchaba cuando quería hablar y estaba a mi lado cuenda era el silencio la única compañía. Clara, ¿ por qué te has tenido que morir?, ¿por qué ahora cuando necesitaba contarte tantas cosas?

- De acuerdo Isabel, vamos a mi casa, está muy cerca y no quiero que nadie escuche lo que voy a contarte, nadie. ¿Te parece bien?
- Iremos a donde tú quieras. Tu casa me parece bien.
- La carta te la daré cuando te vayas. No quiero caer en la tentación de pedirte que me digas lo que Clara te dice.
- ...
- Pero si te pediré que me digas, antes de abrir la carta, lo que crees que podría decir.
- ...
- ¿Qué te pasa?, Isabel, no dices nada.
- Lo siento Pedro, estaba pensando en Clara, en su accidente, en que hacía varios meses que no sabía nada de ella. Lo siento. Vamos a tu casa cuanto antes. Tienes razón, tenemos que hablar en un lugar en el que nadie pueda escucharnos.

Pedro, que casualidad, hoy he hablado con tres personas que se llaman Pedro. Es una tontería pero siento una especie de vértigo al pensar ese nombre.

- Es tú teléfono, Isabel, ¿no vas a contestar?
- ¿Mi teléfono? (es Pedro, el otro, el que te persigue, el que te acecha, tu amante) No, debe ser alguien que se ha equivocado de teléfono.
- Si te llaman del despacho puedes contestar sin problemas. Sé lo importante que es el trabajo para ti.
- No es del trabajo y no espero ninguna llamada del trabajo. No quiero que nadie nos moleste.
- Agradezco mucho que estés aquí. Estoy perdido, por primera vez en mi vida no sé qué hacer, no comprendo nada.
- ...
- Ya estamos llegando.
- Veo que has cambiado de piso ¿no?
- Sí, bueno no he cambiado, éste es nuevo, lo acabo de comprar.
- Un lugar muy céntrico. Me gusta esta zona de la ciudad.
- Está muy cerca de mi trabajo. Puedo ir andando cada día.
- Conservas el otro piso.
- Sí, bueno, ya te contaré. Otra vez tu teléfono.
- Sí, voy a desconectarlo.
- No lo hagas, no me molesta. Sé lo pasa cuando alguien tiene las responsabilidades que tienes tú. Contesta, no me importa que contestes.
- Es un SMS de alguien que no conozco.

Ese pesado no me dejará en paz, tendré que cambiar de teléfono. Tendré que hacer algo para que deje de molestarme. No quiero volver a verlo en mi vida.

- Estás en tu casa.
- Una casa magnífica. Ya veo que sigues coleccionando piezas de arte.
- Bueno, sí, de vez en cuando, cada vez menos. Sobre todo fotografía, ya sabes.
- Sí, claro, fotografía. Un magnífico Cartier-Bresson. Esta foto la vi en el MOMA de Nueva York, la esencia de “el momento decisivo”. Debe valer una fortuna.
- Es una de las mejores piezas de mi colección. La tengo desde hace años y no pienso desprenderme de ella. ¿Qué quieres tomar?
- Un vaso de agua, por favor, estoy sedienta.
- ¿Sólo agua? Voy a preparar un café ¿no te apetece uno?
- De acuerdo, tomaré un café. ¿Te ayudo?
- No ponte cómoda.
- Gracias estoy muy cansada.
- Toma, Isabel, esta es la autopsia de Clara. Mientras preparo el café puedes leerla y luego hablamos.

La autopsia de Clara. No termino de hacerme a la idea. Veamos qué dicen los forenses. Mujer, treinta y cinco años, bla, bla, bla. Accidente de circulación, bla, bla, bla. Traumatismo cráneo encefálico, bla, bla, bla. (sigue leyendo Isabel) bla, bla, bla. Heridas múltiples en la cara, bla, bla, bla, ¡Madre mía!, el golpe ha sido impresionante. Pero... por qué Pedro está tan preocupado por los resultados de la autopsia, es normal tras un golpe así que... ¡Dios mío!, no es posible, no me lo puedo creer. Clara no.

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