martes, 25 de octubre de 2011

Ayer y hoy (51)


51

La pistola, pero... ¡Dios mío!, ésta es la misma pistola que en el sueño o en la realidad (está claro que lo confundes todo, Isabel) me dio Clara para que se la guardase. Sí, efectivamente, es ésta, y si no es ésta se le parece mucho. Pero... ¿qué hace Pedro Villar del Álamo con una pistola que Clara me dio a mí para que se la guardase? Además, si la pistola aparecía en el sueño... ¿el sueño es sueño o es realidad? No, no puede ser, será otra pistola (eso debe ser, Isabel, no te preocupes, tú no entiendes de pistolas), sin embargo, juraría que era ésta. Vamos a ver, recuerdo que la pistola que me dio Clara tenía una muesca en la culata. Sí, aquí, justo aquí. Es la misma, ahora estoy segura, es la misma pistola. Pero... ¿cómo tiene él la pistola de Clara, si yo no se la he devuelto y hace mucho que no nos vemos? (bueno, lo que pasa es que tú no te acuerdas, Isabel, pero tal vez en estos dos meses hayas visto a Clara; lo que es seguro es que aunque no lo recuerdes has visto a Pedro Villar del Álamo asiduamente estos dos últimos meses. En alguno de esos encuentros él te habrá quitado la pistola Clara ¿no te parece?, tal vez incluso se la diste tú), también puede ser que, aunque no lo recuerde, haya devuelto a Clara su pistola y Clara se la haya encomendado a Pedro Villar del Álamo en uno de sus encuentros ardorosos.

¡Madre mía!, menudo lío, esto no lo entiendo ni yo. Pero, sea como sea, verdad o ficción, recuerdo u olvido, esta pistola la he visto yo antes. La pistola es la misma que he visto en la realidad o en el sueño. Se li diré a Juan, a ver qué opina.

Juan, Juan, cuando pienso en él siento que merece la pena seguir adelante, a pesar de todo, a pesar del miedo, de los problemas, de la inseguridad. A su lado me reconozco y me siento bien. Le quiero, sí, le quiero, eso es lo único que sé.

Y ahora... tengo que salir del hotel. Me daré una ducha, iré a la habitación de al lado, cogeré mi bolso, llamaré a Juan, llamaré al trabajo y saldré pitando para la oficina. Tengo que revisar el expediente Hurtado y luego, luego quiero ver a Juan, sentir sus besos, sus abrazos, su cercanía. Sí, eso haré.

¡Mierda! el teléfono está descargado. Tomaré un taxi y llegaré a la oficina, en un momento (¿un taxi?, no sé si es una buena idea puede que el taxi que tomes sea el mismo de las dos últimas veces); no, no tomaré un taxi, pro si acaso, ese taxista me da miedo, lo mismo que su supuesto hermano. Lo que haré será pedir un taxi a través del hotel. O mucho mejor, pediré un coche de protocolo del hotel, no quiero arriesgarme.

- Buenos días. Dejo la habitación. ¿Me da la factura?, pro favor.
- Su habitación está pagada, señorita, corre por cuenta del hotel. Aquí tiene una carta del gerente. También me ha pedido que le diga que espere un momento, que quiere hablar con usted antes de que abandone el hotel.
- Lo siento, pero tengo mucha prisa, ya hablaré con él en otra ocasión. Necesito un coche, un servicio discrecional del hotel. No quiero tomar un taxi.
- Lo que usted quiera, pero... mire, señorita, aquí llega el gerente.
- Buenos días, señorita Inciarte ¿ha descansado bien?
- Muy bien, gracias. Muchas gracias por la atención que ha tenido para...
- No ha sido nada. Siento mucho lo que ha pasado. El señor Delavert nos lo ha explicado todo. Sentimos no haber detectado al intruso antes de que llegase a su habitación.
- No se preocupe, gracias de nuevo por su intervención. Ahora tengo que marcharme. Estaba pidiendo un coche.
- Pondremos uno de nuestros coches de protocolo a su disposición el tiempo que necesite. Yo mismo le acompañaré a donde quiera.
- No es necesario, con un coche-taxi del hotel es suficiente.
- Faltaría más, estamos a su entera disposición. Además, aquí tiene un obsequio del hotel, con nuestras disculpas.
- Gracias, pero no hacía falta que... ¡rosas azules!, mis preferidas, como...
- Ya veo que el señor Inciarte la conoce muy bien. Ha sido difícil encontrarlas, pero nada es imposible cuando se pone buena voluntad. Por cierto, ¿quiero tomar algo?
- Gracias, pero no puedo, de verdad, tengo que ir a la oficina de inmediato.
- Como usted desee. Nuestro coche está a su disposición.
- Gracias.
- Lleve a la señorita Inciarte a dónde ella le diga.

Dios mío, es él.

2 comentarios:

  1. Nunca he visto ¡rosas azules! ¿de verdad existen?
    Besos y versos.

    ResponderEliminar
  2. Por supuesto que existen las rosas azules, son muy raras, por eso es sinónimo de algo imposible.
    Gracias. Versos y besos

    ResponderEliminar