sábado, 15 de octubre de 2011

Ayer y hoy (44)


44

Juan vendrá dentro de unos minutos. Podré verle, hablar con él, sentirle cerca, decirle cuánto lo echo de menos (tienes que pedirle perdón, disculparte, decirle que él tenía razón, que tu forma de vida te ha llevado a un lugar en el que no sabes quién eres, qué te está pasando, decirle que... ), no, no, no puedo caer en los mismo errores de siempre, no puedo hablarle de mi, tengo que hablarle de la muerte de Clara, de la carta que me escribió antes de morir, del accidente, la autopsia, las fotografías, lo que hemos hablado su hermano y yo (tienes que hablarle también dile que no recuerdas nada de lo que te ha pasado en los dos últimos meses, ¿cómo justificarás sino tu comportamiento con él?), si le cuento lo que me pasa creerá que miento, pensará que es un excusa, creerá que vuelvo a contarle inventos, como antes, como la última vez (te quiere, Isabel, ese hombre te quiere, sabrá que le estás diciendo la verdad, te comprenderá, te ayudará), antes me quería, pero ahora... no estoy tan segura. Esa mujer, él estaba con una mujer. Tal vez sea demasiado tarde para que haya un nosotros, pero al menos no le quiero perder como amigo (el no quiere ser tu amigo, él quiere ser algo más), eso era antes, pero ahora, esa mujer... (esa mujer no le importa tanto como tú, de lo contrario ¿por qué quiere dejarla para venir corriendo a hablar contigo?), viene a verme porque quiere saber lo que le ha pasado a Clara, también era su amiga.

No sé que hacer, no sé si esperarle aquí o en la habitación. Además, tal vez debería cambiar de hotel. Si el hombre que está siguiendo a Adela forma parte de algo relacionado con nuestro trabajo, tal vez también me estén siguiendo a mi. Tal vez ponga en peligro a Juan y... (no, Isabel, no debes preocuparte, seguro que lo que le pasa a Adela tiene que ver con su divorcio, no veas fantasmas por todas partes), no, Juan no, no quiero ponerle en peligro. Tal vez sea mejor esperarle en la habitación. Sí, así no le verá nadie hablando conmigo. Le llamaré para decirle el número de mi habitación, así no necesita preguntar en recepción. Según están las cosas, tengo que tomar precauciones.

¡ Vaya!, qué sorpresa, Pedro Villar del Álamo ha dejado de llamar. Su última llamada es de hace quince minutos. Tal vez se haya dado por vencido (tienes que hablarle a Juan de él, contarle lo que pasa, decirle que no sabes por qué él piensa que tiene algo que ver contigo, que...), no quiero hablar con Juan de ese tipo (pero Juan sabe que tú estás con él, hace un momento, por teléfono, te hablo de “ese chulo putas con el que andas últimamente” seguro que se refiere a Pedro Villar del Álamo), sin embargo... es cierto, seguro que le conoce, que nos ha visto juntos. Todo esto es una locura, Juan no creerá nunca que no recuerdo nada, que no conozco a Pedro Villar del Álamo, que sólo lo he visto dos veces en mi vida a pesar de que las apariencias digan lo contrario. No me creerá, todo me acusa, sin embargo es la verdad (él te quiere, te creerá, tienes que contárselo todo, él es un investigador de los mejores, seguro que comprende que algo grave te está pasando y...), no sé que hacer, pero tal vez tengas razón, no quiero que haya más secretos entre él y yo.

Dentro de unos minutos Juan estará aquí, a mi lado, hablaremos, le contaré todo lo que sé acerca de la extraña muerte de Clara, de lo que le pasa a Adela, de lo que me pasa a mí, le contaré lo que he soñado, lo que pienso, lo que siento. ¡Dios mío!, todo esto parece una pesadilla. Echo de menos la época en que Juan y yo nos conocimos, entonces todo era más sencillo, más claro, menos problemático. Los dos éramos jóvenes, estábamos muy enamorados y vivíamos el amor intensamente. Recuerdo su ternura, sus manos, sus caricias, sus besos. Recuerdo la pasión de nuestros encuentros, lo bien que lo pasábamos juntos.

Luego todo cambió, el trabajo (tú trabajo, Isabel, el tuyo) comenzó a separarnos (demasiada ambición, querías llegar la primera a todo, ¿no lo recuerdas?, comenzaste a llegar tarde a tus encuentros con él, a no llegar, a...), es cierto, mi trabajo. Lo he dado todo por ese trabajo y ahora... ni siquiera sé lo que está pasando. El expediente Hurtado, por ejemplo. Tengo que hablarle a Juan del expediente Hurtado, sin embargo... no sé nada de él, pero mañana lo revisaré todo con lupa.

Pasa el tiempo, Juan está a punto de llegar. Tengo que llamarle, decirle que le espero en la habitación, avisarle de que me siento perseguida de que tenga mucho cuidado.

- ¿Juan?
- ¿Isabel?, te escucho mal, estoy dentro del aparcamiento y no tengo buena cobertura.
- Te espero en la habitación..
- No sé lo que dices, voy a colgar, estoy justo al lado de tu hotel. Nos vemos en unos minutos.
- Juan, ¡Juan! (¡mierda!, ha colgado)

2 comentarios:

  1. Empiezo a dormir mal, angustia, desazón, sueños extraños...
    Espero no despertar un día sin orejas, las piernas rotas...
    Menos mal, ¡que no soy mujer! (comentario borde y malicioso, jejeje).
    El interés no decae, pese al paso de los días.
    Un abrazo

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  2. Yo también, jajajajajaj, anda ya, y luego te despiertas. jajajaja, a los hombres también les tocará algún día, jajajaja
    Gracias por el interés y la compañía.
    Un fuerte abrazo

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